Palestina
La Catástrofe de 1948
Los hijos del gueto
“A los árabes no les queda más que una cosa que hacer: irse
corriendo.” Así resumió un importante líder sionista las operaciones
israelíes en 1948 que destruyeron cientos de pueblos y desplazaron a
más de medio millón de palestinos. A esos tiempos ?que los palestinos
recuerdan como laa Catástrofe (Nakba)? está dedicada la novela “Loss
hijos del gueto. Me llamo Adán” del libanés Elias Khoury. El viernes
pasado (30 de marzo) los gazahuis conmemoraron estos sucesos. Ya hay
18 muertos por balas israelíes en esas manifestaciones.
por Ana Bolón
“¿Cómo podríamos devolver los territorios ocupados? No hay nadie a
quien devolverlos.” Pregunta y respuesta son de Golda Meir, y las
formuló siendo primera ministra de Israel, en 1969. Con su candidez
arrolladora, la adivinanza de Meir suponía que, al no haber Estado de
Palestina constituido, los territorios ocupados por Israel gracias a
la guerra fulminante de 1967 no pertenecían a nadie, tal como si
hubieran sido terrenos baldíos en los que bastara con instalarse para
adueñarse.
De hecho, durante mucho tiempo se sostuvo que los habitantes de
Palestina, ante el avance de los soldados israelíes en 1948, habían
preferido retirarse, vaciando el territorio en complicidad que
justificase la intervención de los países árabes. Documentos israelíes
difundidos desde hace lustros permiten rebatir esta explicación. Así
por ejemplo, el Plan Dalet, detallado documento preparatorio de la
ofensiva militar israelí en 1948, esa operación bélica que el Estado
de Israel llama “guerra de independencia” y que los palestinos llaman
“an-nakbah”: literalmente, “el desastre” o “la catástrofe”. En el Plan
Dalet, entre los “objetivos operativos de las brigadas”, figura cómo
tratar los “centros de poblaciones enemigas ocupados”, y se lee:
“destrucción de poblados (prenderlos fuego, hacer que exploten y
plantar minas en los escombros), en particular, los centros de
poblaciones cuyo control continuo es difícil. (?) Realizar operaciones
de bbúsqueda y de control en función de las siguientes conductas:
rodear la población y rastrillarla. En caso de resistencia, las
fuerzas armadas deben ser destruidas y la población expulsada fuera de
las fronteras del Estado hebreo”.
***
La historiografía sionista sin dificultades digirió y metabolizó la
crudeza sangrante del Plan Dalet, ya que el exterminio de judíos
europeos perpetrado por los nazis (ante la mirada semienterada y
semiafligida de otros Estados) durablemente adormeció pruritos,
otorgando un supuestamente legítimo y efectivamente ilimitado permiso
para matar en defensa propia a Israel, Estado hasta hoy en expansión
imparable.
Sin embargo, los llamados “nuevos historiadores” israelíes volvieron a
pensar esos momentos fundacionales. Entre quienes más criticaron las
interpretaciones basadas en imperativos de seguridad y de
sobrevivencia de Israel, está el historiador Ilan Pappé (Haifa,1954),
al punto que en 2007 se exilió en Gran Bretaña, y hoy trabaja en la
Universidad de Exeter y dirige el Centro Europeo de Estudios sobre
Palestina. Ilan Pappé considera el Plan Dalet como un “plan global de
expulsión”, inclusive como una operación de “purificación étnica”. El
plan, escribe Pappé, “es el reflejo de un estado mental de los
soldados judíos antes, durante y después de la guerra, perfectamente
resumido por las afirmaciones de Ezra Danin (?): en la tierra de
Israel, a los árabes no les queda mmás que una cosa que hacer: irse
corriendo”.(1)
(El periódico digital francés Mediapart alberga un blog que presenta
un florilegio de afirmaciones de similar sinceridad, expresiones del
“estado mental de los soldados judíos” al que se refiere Ilan Pappé.
Por ejemplo ésta, de 1969, del ex ministro y militar israelí Moshe
Dayan: “Pueblos judíos fueron construidos en lugar de los pueblos
árabes. Ustedes ni siquiera pueden conocer el nombre de éstos, y no se
lo reprocho, porque los libros de geografía no existen más, los
pueblos árabes no están más. Nahlal se erige en lugar de Mahlul;
Kibbutz Gvat en lugar de Jibta; Kibbutz Sarid en lugar de Huneifis; y
Kefar Yehushua en lugar de Tal al-Shuman. No queda nada construido en
este país que antes no haya tenido población árabe”. Con acierto, la
entrada al blog se llama “Los sionistas con sus propias palabras”.(2)
En este marco, con la Operación Dani, las fuerzas israelíes tomaron en
diez días de julio de 1948 Lydda y Ramle, principal ciudad palestina
del siglo XIV, próspero cruce de caminos ?entre Jaffa y Jerusalén,
entre Damasco y El Cairo? hasta la llegada de loss cruzados. Ramle,
ar-Ramlah, lleva en su nombre el recuerdo de la arena y su cercanía
etimológica con “rambla”. Lydda, así nombrada en el Nuevo Testamento
cuando en ella Pedro cura a un paralítico, se encuentra entre las más
antiguas ciudades palestinas, y guarda el sepulcro del vencedor del
dragón, San Jorge, al-Khidr entre los musulmanes. Otro Jorge, Georges
Habache, fundador y dirigente del Frente de Liberación de Palestina,
también había nacido en Lydda, en 1926, y de ahí tuvo que irse su
familia, cuando la Operaci?n Dani. Fue durante aquellos días de julio
de 1948 en que Lydda empezó a llamarse El Lod en los mapas israelíes,
cuando los soldados expulsaron a 50 mil habitantes, empujándolos hacia
Ramallah.
***
A esos tiempos está dedicada una novela del libanés Elias Khoury,
traducida en francés en 2018, y con título de maciza ambigüedad: Les
enfants du ghetto. Je m’appelle Adam (Awlâd al-Ghetto. Ismi Âdam; Los
hijos del gueto. Me llamo Adán). (3)
Autor de numerosa obra, Elias Khoury nació en Beirut, en inesquivable
año (1948) para Oriente Medio, y siendo muchacho joven se
consubstanció con el destino de los palestinos refugiados en su
ciudad, por lo que pronto fue miembro de Al Fatah. Su novela La puerta
del sol obtuvo en 2002 el principal premio literario palestino y fue
traducida en varios idiomas, entre ellos el inglés y el hebreo. Khoury
se precia de ser a menudo confundido con un palestino, incluso por la
propia gente del barrio beirutiano en donde nacieron sus abuelos, sus
padres y él.
Elias Khoury ha explicado que en esta novela prefirió contar la
historia de quienes no se habían ido hacia Ramallah cuando la llegada
de los soldados, sino que se habían quedado en Lydda. En esas primeras
horas de ocupación israelí de la ciudad palestina, nace el
protagonista de esta ficción hecha de historia. El recién nacido y ya
huérfano recibirá el nombre de Adán, por ser el primero en llegar a
ese nuevo estado de la ciudad, rápidamente provista de un corralón
alambrado de púas que encerrará a los palestinos obligados a abandonar
sus casas, pero reacios o impedidos de huir hacia Ramallah.
En esos días en que los antiguos habitantes de Lydda que no huyen
hacia el este pasan a ser mano de obra cautiva de los ocupantes, los
palestinos conocen en boca de los israelíes la palabra “gueto”, hasta
entonces ausente de su vocabulario. Porque, explica Khoury,(4)
contrariamente a lo que había sucedido en Europa, en Jerusalén el
barrio judío solo se llamaba “barrio judío”, comparablemente al
“barrio musulmán”, o al “barrio armenio” o al “barrio cristiano”. A
partir de la ocupación de Lydda por las tropas israelíes y el encierro
y sometimiento de sus habitantes palestinos, para éstos, “gueto”
querrá decir “barrio palestino”.
Porque, de hecho, luego del Holocausto, luego de que los judíos fueran
los judíos de los nazis, los palestinos pasaron a ser los judíos de
los judíos, sostiene Khoury. De ahí la peripecia incierta de su
protagonista, Adán, recién nacido y ya huérfano de madre, de padre y
de madre patria, devenido en Nueva York vendedor de falafel israelí,
comida o denominación que acarrea consigo la historia de la
colonización militar. De ahí, ciertamente, la ambigüedad fecunda del
título Los hijos del gueto. Me llamo Adán que amplía sus posibilidades
de designar ya no sólo a quienes heredan la memoria de los guetos
europeos, sino también a quienes pasaron a ser sus víctimas, a los
herederos de la memoria de los guetos mediorientales, con la decisiva
diferencia de que estos últimos son memoria y son actualidad
constante, tal como el avance de la ocupación de los territorios, los
muros que encierran ciudades, las torretas de vigilancia y los
check-points que controlan la circulación de la población palestina lo
muestran.
La deprimente constatación de la indeterminación básica que troca a la
víctima en verdugo también entraña una idea exaltante por su mayor
potencial político, opina esta cronista, pues desubstancializa
pertenencias raciales (“étnicas”), religiosas, lingüísticas,
territoriales, civiles o gastronómicas, en nombre de las cuales
debería exterminarse a quienes supuestamente tienen otras
pertenencias. Si hoy los judíos tienen sus judíos, que son los
palestinos, esto significa que, en un punto, no hay palestinos (tal
como le hubiera gustado a Golda Meir), aunque sobre todo impone que
tampoco puede haber judíos mandatados para guetizar palestinos, en
nombre de su condición de hijos del gueto nazi.
Notas
1.Ilan Pappé (2006), “The 1948 Ethnic Cleansing of Palestine”, Journal
of Palestine Studies, Vol 36, No 1.
2.
https://blogs.mediapart.fr/fxavier/blog/270111/les-sionistes-avec-leur
s-propres-mots
3.Editada en árabe por Dâr al-Âdab (Beirut, 2016); en francés por
Actes Sud/Sindbad (Arles, 2018).
4.Entrevista radial en Rfi,
http://www.rfi.fr/emission/20180211-khoury-elias-ecrivain-libanais-enf
ants-ghetto
tomado de: Brecha, 6-4-2018
https://brecha.com.uy/