*La intención de este texto es ahondar en el análisis de los efectos del 
actual modelo de desarrollo económico y social en el ámbito rural vasco. 
Conocidas son ya las consecuencias de la industrialización en un pasado 
no muy lejano (Revolución verde, éxodo rural, desarrollo urbanístico y 
metropolización.1, marginación y menosprecio a las formas de vida 
rurales...).*
Mientras, el implacable avance de la ideología del progreso y del 
desarrollo junto a la expansión del mercado están amenazando con 
desmantelar las pocas estructuras que soportaron el primer envite 
industrializador, aproximándonos a una segunda revolución verde. Un 
proceso que ha alcanzado en los últimos años una velocidad enorme, 
llegando incluso a asimilar los espacios sociales que parecían más 
tenaces al cambio, como los del mundo agrario.
Un fenómeno que ha desembocado en que a día de hoy, el mundo rural sea 
un espacio de explotación de recursos naturales, energéticos e hídricos, 
zona de paso de vías de transporte interurbano, vertedero de residuos, 
cultivos al servicio de la industria agroalimentaria, área de 
experimentación química y biotecnológica, zona de ocio de fin de semana 
y, por último, espacio de expansión metropolitana. Es indudable que el 
aumento de la producción y consumo en las zonas urbanas esta 
significando una degradación más rápida e insostenible, si cabe, de los 
espacios rurales y naturales, y su consecuencia directa es precisamente 
la desaparición de este medio rural. Es sobre estas dinámicas del actual 
sistema sobre las que queremos profundizar en este texto.2
* ¿QUIÉN SE ESTÁ COMIENDO LA CRISIS ENERGÉTICA? *
La actual sociedad capitalista es totalmente dependiente de la energía, 
mayoritariamente de combustibles fósiles. Euskal Herria no cuenta con 
reservas, por lo que surge una relación de dependencia (de la población 
en el interior con las empresas energéticas y en el exterior a través de 
expolio y guerras). Por ello se hace más justificable la explotación de 
otros recursos energéticos, todos ellos en zonas rurales o naturales, 
con un gran impacto y peligrosidad. Centrales térmicas o de ciclo 
combinado en Boroa, Santurtzi, Castejón, Jaizkibel y los proyectos de 
Lantarón, Miranda de Ebro y de Lemoiz, la vuelta al discurso pro-nuclear 
de gobernantes, empresarios y sindicatos 3, centrales hidroeléctricas 
artificializando todos los cauces de los ríos, proyectos eólicos que 
llevan la industrialización hasta las cimas de los montes4. Todo ello 
necesita de grandes redes de suministro que dejan a su paso multitud de 
líneas de alta tensión con todos sus efectos perjudiciales. Como prueba 
de la supremacía de las necesidades energéticas sobre el territorio 
rural, nos encontramos con el último proyecto de alta tensión de Red 
Eléctrica Española en Araba y Nafarroa. Este proyecto evacuaría la 
energía producida en las centrales de ciclo combinado de Castejón 
(Nafarroa) y las futuras de Lantarón y Miranda de Ebro hacia las zonas 
urbanas de Gasteiz e Iruñea. El resultado, un desbroce para las torretas 
de 25 metros de anchura durante kilómetros que atravesará una de las 
zonas menos humanizadas de Euskal Herria, la montaña alavesa y el parque 
natural de Izki. El abastecimiento energético industrial y las nuevas 
demandas (TAV) son los motivos que se esconden detrás de estos proyectos 
calificados por las clases dominantes como estratégicos y necesarios.
Un nuevo desafío que se avecina en el mundo rural es el hecho de la 
paulatina sustitución de los carburantes fósiles (petróleo) por 
carburantes de origen vegetal (agro-carburantes). Lo que en un principio 
pudiera parecer una evolución hacia las energías limpias y locales, 
tiene un lado oscuro que necesitará ser aclarado y denunciado. Los 
agro-carburantes, falsamente etiquetados como «bio» (biodiesel, 
bioetanol), nacieron como idea de auto-producción de combustible a 
través del reciclaje de aceites caseros mezclados con carburantes. Sin 
embargo, esta práctica paso de ser ilegal a convertirse en oportunidad 
de negocio de la industria «verde» (la industria automovilística, 
agroalimentaria y petroquímica) manteniéndose dentro de los margenes del 
actual sistema de dominación 5.
Cuestionamos lo de «verde» porque primeramente los «biocombustibles» 
necesitan de extensas superficies de tierra para ser cultivadas, 
vislumbrándose, como ya se ha denunciado en la Ribera Navarra, la 
reestructuración del campo de la producción de alimentos a la de 
energía6. No hay que olvidar que estas explotaciones necesitan también 
de más tierras, recursos humanos, pesticidas, herbicidas y que implican 
un alto coste energético y económico que equivale a más deforestación, 
más erosión, incendios forestales, concentración de tierras, aumento de 
semillas genéticamente manipuladas, incremento de la precariedad 
laboral, más consumo de agua y menos tierras dedicadas a la producción 
de alimentos. También supone un aumento de los desequilibrios sociales 
en el caso de los países pobres, que es donde se extendería esta 
producción, imponiéndoles un modelo agrario marcado por los intereses de 
los países desarrollados. Un dato que avala esta última hipótesis: según 
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) para 
sustituir sólo un 10% de la demanda actual de combustible en la UE, 
habría que dedicar el 70% de la superficie agrícola europea. Sumado a la 
circunstancia de la pérdida de tierras para producir alimentos (800 
millones de personas padecen malnutrición crónica) nos encontramos con 
una reestructuración demasiado cara para mantener el ritmo de movilidad 
(automóviles y camiones) y de consumo industrial y doméstico 7.
* SOBRE RECURSOS, INFRAESTRUCTURAS Y VERTIDOS *
Un recurso cada vez más escaso y codiciado en cualquier latitud del 
globo es el agua no contaminada. El aumento de su consumo (industrial y 
doméstico) ha supuesto una alteración de los cauces fluviales, cuyo 
cénit se encuentra en la creación de nuevos pantanos. Los casos más 
graves los encontramos en el Pre-pirineo navarro, pantanos de Itoiz y 
Yesa, actualmente en fase de recrecimiento. En el caso de Itoiz, el 
motivo de inundar los valles del Irati y del Urrobi fue la construcción 
del Canal de Navarra. Además del grave impacto creado por los 177 Km en 
los que esta infraestructura divide Nafarroa, la contención y 
canalización de estas aguas viene a convertirse en un instrumento para 
la mercantilización de este bien común. Su primera consecuencia, la 
reestructuración del campo en la Ribera Navarra entre quienes pueden 
pagar el agua y sus infraestructuras y quienes no. Estos últimos tienen 
que abandonar el campo en pro de una agricultura más productiva y 
especializada, por ejemplo la destinada a bio-carburantes8. En menor 
medida, existen otros «pequeños» trasvases de agua, especialmente en la 
vertiente mediterránea de Euskal Herria. Sirva como ejemplo el de los 
ríos Inglares y Ega en la montaña alavesa, desviados hacia el regadío 
del monocultivo de vid en rioja alavesa y hacia la nueva demanda de las 
macro-urbanizaciones y campos de golf (Labastida, Laguardia, Oion, 
Biana...) Algo parecido sucedería en la Ribera Navarra con el agua del 
Canal de Navarra. (Urbanizaciones-campos de golf de Tudela, Arguedas, 
Fitero, Mendavia...)9
Todo este saqueo de recursos supeditado al desarrollo económico y social 
no tiene visos de ralentizarse, sino todo lo contrario. Queda patente 
así que cualquier reestructuración económica y social, especialmente en 
el medio agrario, será justificada para mantener el actual modelo de 
crecimiento.
La explotación incontrolada de recursos al servicio del capital se 
ilustra perfectamente con el caso de las canteras. La función de horadar 
y vaciar los montes (con todas sus afecciones) para cumplir con las 
demandas de cemento y áridos necesarias en las nuevas infraestructuras y 
en la construcción. El aumento de mercancías (transporte) y personas 
(turismo) junto con el desarrollo urbanístico se han convertido en el 
pilar de toda política económica y se sustentan en la demanda masiva de 
cemento y hormigón10. Un buen ejemplo del hambre de tierra que tiene la 
construcción lo podrían expresar los vecinos de Elizondo, Markina, 
Mañaria, Olatzagutia, Deba... Otra de las explotaciones de recursos más 
dañinos para los ecosistemas en Euskal Herria es la relacionada con el 
modelo forestal, que analizaremos más adelante.
Un consecuencia más del desarrollismo en las zonas rurales, y la más 
palpable por ejemplo en el conflicto del TAV es la exigencia de cada vez 
mayor superficie de suelo hormigonado para vías de transporte 
(autopistas, TAV, superpuertos, aeropuertos...). Eliminando tierra 
fértil, destruyendo ecosistemas, fragmentando y aislando poblaciones... 
dejando traslucir la preponderancia del mundo industrial y sus 
necesidades frente al mundo rural. Se trata de otro modelo sin visos de 
frenarse; basta un simple análisis de los proyectos futuros: autopistas 
(Beasain-Durango, Ampliación de la A-63 entre Biriatu y Baiona, 
Iruña-Jaca, Supersur, corredor del Urumea...), TAV (Corredor Navarro, 
Eje Cantábrico-Mediterráneo, Conexión de la «Y vasca» con Madrid, 
Dax-Behobia, Bilbao-Ferrol), de ampliación de aeropuertos (Noain, 
Hondarribia), y construcción del Superpuerto de Jaizkibel, Bilbao, 
Puerto de Mutriku... No pueden obviarse las grandes afecciones que 
suponen el movimiento de tierras y la creación de escombreras producidas 
por las grandes infraestructuras. Se calcula que la alta velocidad en EH 
va a provocar el movimiento de 65 millones de m3 de tierra. 11
Al expandirse el mercado capitalista, las distancias que los productos 
tienen que recorrer son mayores, justificándose así la construcción de 
todas estas infraestructuras y las que se seguirán proyectando.
De este modo las zonas rurales se están convirtiendo en los vertederos 
de residuos producidos en las metrópolis, conclusión que extraemos si 
atendemos a conflictos como el de las incineradoras en Donostialdea 
(Zubieta-Txingudi). En este caso, quienes soportarían las emisiones 
contaminantes de la quema de basura serían las zonas «semirurales» de la 
periferia de Donosti. Otro conflicto similar podría situarse en Ugao con 
los residuos urbanos producidos en el Gran Bilbao y que utilizaría 
Cementos Rezola. Lo mismo sucedería en Noain y en Olazti en Nafarroa. 
Detrás de este rastro de contaminación y basura se esconde un gran 
negocio con la energía resultante, nuevamente camuflado como «energía 
verde».
* EL CASERÍO INDUSTRIAL YA TIENE LABEL *
Aquella visión bucólica de los campos y caseríos autosuficientes en 
Euskal Herria está a punto de extinguirse, si no lo hizo hace años. El 
establecimiento de una industria agro-alimentaria depredadora ha 
supuesto la reestructuración de las pequeñas unidades familiares en una 
agricultura intensiva, que tiene su cénit en el monocultivo. Esta 
política está impulsada por las grandes empresas agroalimentarias y de 
distribución como Eroski, Carrefour, Mercadona, Alcampo, etc. que 
controlan los precios, las condiciones y la producción. Mantienen así al 
agricultor y ganadero sumiso a los criterios de los mercados, 
subordinados por el consumo en las grandes ciudades. Sus consecuencias 
son la disminución de la población agraria, y su precarización, mayor 
dependencia de la energía y maquinaria, así como la perdida de sabiduría 
y de prácticas menos dañinas con el medio. El «necesario» uso de 
herbicidas, pesticidas, fertilizantes químicos, maquinarias... tiene un 
gran impacto negativo en el medio natural, con casos ya constatados de 
contaminación de acuíferos por uso de fertilizantes, de desequilibrio en 
los ecosistemas por el uso de insecticidas y demás agrotóxicos, y daños 
a la salud de los propios trabajadores expuestos a multitud de productos 
tóxicos.
La dependencia de la agricultura de los cada vez más rígidos criterios 
de producción industrial ha supuesto la aparición en los campos de un 
virus del que aún se desconocen sus futuras consecuencias: los 
Organismos Modificados Genéticamente. Los cultivos transgénicos suponen, 
a través de experimentos en laboratorios, la manipulación de sus 
componentes genéticos para una mayor productividad. Insertan en el 
organismo genes de animales u otras especies para adaptarlos a unas 
condiciones no biológicas (plagas, por ejemplo). Así se consigue encajar 
mejor los cultivos en la industria agroalimentaria sin beneficiar a 
agricultores o consumidores.
En Euskal Herriak la división territorial impone que existan diferentes 
políticas con respecto a los transgénicos, pero con un fondo parecido. 
Mientras la CAPV ha sido declarada testimonialmente como Zona Libre de 
Transgénicos, esto no ha supuesto la total desaparición de ellos, en 
primer lugar, porque siguen utilizándose en cultivos experimentales, la 
mayoría del propio Gobierno Vasco (con la problemática de la 
contaminación a cultivos próximos) y segundo, porque en ganadería se 
siguen utilizando los piensos transgénicos. Por otra parte la 
declaración de zonas libres de transgénicos no evita la comercialización 
masiva de estos productos en los supermercados. Por otro lado en 
Nafarroa se contabilizan numerosos cultivos transgénicos12, mientras que 
en Iparralde, donde sí existe una oposición real, esta se acaba de topar 
con una nueva ley que reglamenta la utilización de estos (asumiéndolos y 
aceptándolos) a la vez que penaliza las prácticas de oposición. El 
denominador común serán las directivas pro-transgénicas de la Unión 
Europea, bajo control del lobby de la industria agroalimentaria y de la 
biotecnología.
A este panorama nada alentador para la agricultura tradicional y 
autosuficiente, es preciso sumarle el de la apropiación por parte de las 
multinacionales de las patentes de semillas, lo que impide al agricultor 
mantener los cultivos de toda la vida sin interferencias comerciales. 
Este control por parte de las empresas agro-industriales de las técnicas 
de cultivo (maquinaria, agro-tóxicos...) se haría ilimitado con la 
implantación de los cultivos transgénicos, ya que estos vienen asociados 
a la utilización de algún herbicida o plaguicida concreto que 
normalmente pertenecen a la misma compañía, como sucede con las semillas 
Roundup Ready, resistentes al herbicida Roundup (ambos de Monsanto).13
La desaparición de las formas antiguas de cultivar la tierra se ilustra 
con la aparición de las Agroaldeas, fenómeno que ya se ha iniciado con 
fuerza, especialmente en la zona de Donostialdea. Las Agroaldeas son una 
especie de pabellones industriales a modo de invernaderos donde se 
produce artificialmente (cultivos hidropónicos) en condiciones no 
biológicas para la planta (acorta los ciclos, cultivos sin respetar sus 
épocas, inyección de abonos químicos, selección de la forma, color y 
sabor del fruto...) Lo más curioso, y preocupante a la vez, es que las 
plantas ya no necesitan de suelo para poder desarrollarse, también es 
conocida como «la agricultura sin tierra». La artificialidad de la vida 
da un paso más apoyada vía subvenciones por Gobierno Vasco y 
Diputaciones, donde otra vez las empresas multinacionales del sector 
controlan las tecnologías, fertilizantes, substratos... convirtiéndose 
definitivamente el agricultor en mero productor de alimentos o en 
supervisor de las maquinas que los producen.
El caso de la ganadería no es más alentador. Principalmente porque la 
simbiosis agricultura-ganadería ha desaparecido en favor de la 
estabulación del ganado. Desde tiempos inmemoriables se trabajaba la 
tierra con animales, estos se alimentaban de ella y potenciaban su 
fertilidad. Ahora la ganadería se ha intensificado de forma que los 
animales son excluidos de su medio y tratados masivamente en condiciones 
atroces. Comprobado queda con la desaparición del pastoreo tradicional 
en detrimento de la ganadería intensiva en factorías cárnicas y lácteas. 
Por otra parte, la necesidad de producir masivamente también ha supuesto 
una mejora genética o selección artificial, excluyendo a las razas 
autóctonas. Nadie se asombra hoy ya de la aparición de un nuevo mal 
patógeno en los animales, sea «vacas locas», «gripe aviar» o «lengua 
azul», causado directamente por la utilización de los animales como 
medio rápido de producción para el mercado agro-alimentario. Hay que 
confirmar también las graves repercusiones en la salud humana de estas 
prácticas agro-ganaderas aunque no las analicemos en este texto.
Con todo ello en contra, los agricultores y ganaderos que pretendan 
vivir de la tierra tienen que superar las interminables trabas 
burocráticas y técnicas que sirven como criba, a fin de seleccionar las 
explotaciones mejor adaptadas al mercado, agro-alimentario, claro. 
Hablamos de todos los pasos para poder etiquetar los productos como 
Denominación de Origen, Eusko label, Producción integral o Agricultura 
ecológica.14
El sector primario se ha convertido en uno de los pilares de la economía 
globalizada con una gran vocación exportadora, principio básico de la 
Política Agraria Común europea (PAC). Para ello se exige tecnología en 
aras de un desarrollo productivo, impulsando la concentración de 
explotaciones y la desaparición de las más pequeñas15. La importancia de 
cada vez mayores inversiones para superar los requisitos técnicos es una 
de las bazas de las administraciones para controlar a través de las 
subvenciones, el modelo agrario que quiere. Con esta filosofía, el 
Departamento de Agricultura del Gobierno vasco hace su apuesta por este 
modelo a través de Itsasmendikoi, Gaztenek y Lurranek. Los primeros son 
organismos encargados de la formación de los futuros profesionales del 
mundo rural, primando en su discurso la competitividad y rentabilidad de 
las empresas y que aboga por la industrialización del mundo agrario como 
único camino posible (hidropónicos, agrotóxicos, agroaldeas, 
tecnificación, biodiesel...). El último es un ente creado como banco de 
tierras para jóvenes agricultores y que realmente se esta utilizando 
para gestionar las expropiaciones agrarias para infraestructuras como el 
TAV.
Igual de mal parados quedan los defensores de la pesca tradicional al 
toparse con la industria conservera. El resultado, una flota en tierra 
observando los antiguos caladeros colapsados y agotados. ¿A quién culpar 
como responsable? En bajura el incremento de infraestructuras (puertos, 
urbanizaciones...) y la contaminación por residuos (en gran parte por 
fertilizantes agrarios) no deja mayor esperanza para este sector que 
sobrevive también gracias a las subvenciones institucionales.
* BAJO LA SOMBRA DEL PINO *
Detrás de un discurso ambientalista, paisajista e incluso 
conservacionista se esconde la industria forestal, especialmente en 
Bizkaia y Gipuzkoa. De las aproximadamente 240.000 hectáreas de bosque 
de estos dos herrialdes, 160.000 serían de plantaciones con destino a la 
industria forestal: madera, serrín, papel, pasta para aglomerado... 
Prácticamente son dos las especies utilizadas, Pino radiata y Eucalipto; 
ambas, especies exóticas, de rápido crecimiento y rápido empobrecimiento 
del suelo. Por ello mismo, una plantación de eucalipto necesita ser 
abonada varias veces en sus 12 años de vida. El único método utilizado 
para estos tratamientos es la «matarrasa», que viene a ser la 
eliminación de todos los componentes vegetales que tienen raíz en la 
tierra, de forma totalmente mecanizada. De esta manera se incrementa la 
erosión del suelo, la eliminación total de flora y fauna y los cambios 
en los sistemas hidrológicos. Debido a la competencia barata de la 
madera de países del tercer mundo, este sector tan importante para la 
supervivencia del «nuevo mundo rural vasco» esta siendo fuertemente 
subvencionado por las instituciones, especialmente por las diputaciones 
y necesita de mano de obra cada vez más precaria. Cuestión indispensable 
para competir en un mercado internacional marcado por la destrucción de 
los bosques tropicales, el expolio a los pueblos indígenas y la 
explotación de millones de trabajadores.
Como lavado de cara para esta industria surgieron, a iniciativa 
empresarial y de ONGs ambientalistas, los sistemas de certificación de 
sostenibilidad (FSC y PEFC). El objetivo era incorporar la industria 
forestal a la moda del etiquetado verde, a condición de que cada empresa 
o plantación cumpliera con unos criterios que el lobby maderero decide. 
Así, mientras una empresa alardea de cumplir con estos objetivos de 
sostenibilidad (medioambientales y sociales) en Europa, en cualquier 
punto del planeta podrá estar cometiendo verdaderas atrocidades sin 
coste económico o moral ninguno. De cualquier manera, calificar como 
sostenible el modelo forestal que atesta las montañas vascas es decir 
mucho. A las afecciones anteriormente mencionadas podríamos añadir la 
desecación de manantiales y la segregación de componentes tóxicos por el 
uso del eucalipto, la acidificación del suelo causada por las 
plantaciones de pino o el uso indiscriminado de fumigaciones aéreas para 
combatir plagas como la procesionaria, entre otras.
Las miras empresariales parecen estar puestas en la utilización futura 
de la madera de los bosques vascos en la producción de bio-energía, a 
través de su quema industrial.
El mismo denominador común en cada monte y valle, la transformación 
total del ecosistema y de los usos populares para alimentar el hambre de 
producción de la industria, del consumo urbano de energía y de los 
derivados de la madera. La privatización de los montes y su abandono, al 
no resultar rentables puede suponer también un fuerte riesgo de 
incendios forestales e imposibilita a la población obtener un uso de 
estos montes, como ha sucedido en el valle del Roncal.
La implantación de este voraz modelo forestal no se puede disociar de la 
propia actividad del baserritarra, quien obtiene importantes beneficios 
extra por su gestión. Sin embargo, mientras determinadas prácticas 
forestales provienen de conocimientos acumulados durante miles de años, 
estos cultivos industriales representan el icono por excelencia del 
ansia de beneficio rápido, que ha calado ampliamente en el medio rural.
* DESARROLLO RURAL, OCIO Y ESPECULACIÓN *
SI comentábamos que los transgénicos eran un virus aparecido 
recientemente en los campos agrícolas, podríamos decir que el 
ocio-turismo rural es la patología crónica encargada de destruir la 
estructura social y física de estos espacios. El ritmo desenfrenado de 
vida en la ciudad (estrés, ansiedad, depresiones...) convierte a las 
zonas rurales-naturales en los remansos de fin de semana para la parte 
de la población urbana agraciada con una segunda residencia. Esta 
enfermedad del suelo rural, que tiene como secuelas crónicas la 
conversión de la tierra en asfalto y hormigón, se ha extendido a todo el 
territorio (litoral, montaña, llanura). Ejemplos sobrecogedores como los 
casos de Andramari en Getxo, Bakio, Ablitas, Pirineo navarro, Iparralde, 
Zarautz, Rioja alavesa, Altza-Pasaia... pueden ser estudiados con el 
mismo prisma con que se analiza la especulación urbanística en las 
ciudades.
Macro-urbanizaciones, reconversión del caserío en chalet, hoteles, 
puertos deportivos, estaciones de esquí, campos de golf con su club 
social... vienen a sustituir los antiguos usos primarios del suelo por 
la implantación de un sector de servicios que gestiona la muerte del 
mundo rural o natural. Así la población rural se hace dependiente de los 
«nuevos trabajos» (hostelería, jardinería, asistencia social...), 
fomentando la desaparición de los saberes tradicionales, depositados en 
el conocimiento del medio y su aprovechamiento, sin poner en peligro el 
equilibrio de la vida sobre el planeta. Las necesidades de ocio de la 
clase urbana no conocen límites, como deja a las claras el incremento 
imparable de proyectos de campos de golf, todos ellos con sus 
urbanizaciones de lujo, especialmente en la ribera Navarra y Rioja 
alavesa, zona con importantes carencias de agua. Por otra parte, las 
políticas de desarrollo rural no sirven sino para fortalecer este modelo 
imparable de destrucción.16 Así, por ejemplo, estos planes vienen 
marcados por actuaciones como desarrollo de equipamientos y servicios. 
El último programa de desarrollo rural del gobierno de Lakua (2008-2013) 
ya no está dirigido a frenar el despoblamiento rural, sino que su 
prioridad será catapultar el turismo rural. Según esta concepción 
institucional del desarrollo, el acceso a internet es el mejor ejemplo 
de la mejora de la calidad de vida en el mundo rural.
En este sentido, los pequeños reductos donde se mantienen los espacios 
más o menos naturalizados son trasformados en zonas de reserva 
(biotopos, parques naturales...) convirtiéndose en espacios de 
disgregación de un turismo «verde» procedente de las ciudades. 
Entendemos que lo que se produce es un efecto de mercantilización de la 
naturaleza en el que las instituciones se apropian de estos espacios 
(legislando, controlando a través del uso público de los espacios 
naturales) limitando el uso a la población local, que en gran parte es 
la que lo ha mantenido naturalizado hasta entonces.
* ¿ESTAMOS SEMBRANDO OPOSICIÓN? *
Estamos asistiendo en los últimos años a un suave, pero continuado 
aumento de la conflictividad en defensa de la tierra o del territorio, 
muy especialmente en el ámbito que conocemos como rural (ámbitos físico 
y social). Este fenómeno se aprecia por el surgimiento de numerosas 
plataformas y grupos a nivel local de oposición a nuevas amenazas que el 
capital proyecta para su continuo crecimiento. Contra infraestructuras 
como superpuertos, parques eólicos, canteras, incineradoras, centrales 
de ciclo combinado,... y contra lo que ha venido en llamarse el 
«urbanismo desaforado».
Si bien estos conflictos sirven en la mayoría de los casos para 
canalizar cierta crítica al sistema, se observa una falta de motivación 
en aunar todas ellas en una verdadera crítica al modelo social y 
económico. En primer lugar porque estos discursos se tejen como un 
alegato ciudadanista o sectorial (derecho a decidir del pueblo, 
argumentos de afecciones a la salud, ambientalistas...) que difícilmente 
se amplían a una crítica más global que pudiera entrelazar y coordinar 
el conjunto de nocividades que nos llevaría a un estadio de análisis y 
lucha más frontal. En muchos casos la raíz del problema es la propia 
estructura de estas plataformas, en las que prima el discurso de 
dirigentes al debate de las bases (en el caso de que las haya), primer 
escenario para una posible negociación con las instituciones
Como excepción positiva se antoja obligatorio señalar el caso de Bakio, 
donde la Gazte Asanblada convocó en mayo de 2007 una manifestación, cuyo 
manifiesto final entrelazaba claramente el ejemplo urbanístico de su 
pueblo junto con la aparición de nuevos proyecto eólicos, el pantano de 
Itoitz o el TAV. Un discurso que, por lo frontal, negaba las propias 
condiciones de acercamiento a la lógica ciudadanista de diálogo en 
defensa de lo local.
En su momento, aprovechándose de estas dinámicas, surgió en Euskal 
Herria una plataforma (Asamblea de Pueblos Afectados por el Urbanismo 
Salvaje y la Especulación) apadrinada por el grupo ecologista Eguzki, 
cuyas intenciones, viendo los resultados, parecen ser más las de no 
perder la apariencia en la defensa del territorio, que realmente crear 
en los pueblos un verdadero sentimiento y discursos antidesarrollistas 
que impulsen una coordinación real que sirva para agitar aún más estas 
luchas. 17
Centrándonos en la defensa de lo rural y tras experiencias positivs de 
grupos como Akuilu (agrupación de jóvenes agricultores), nos encontramos 
con que el discurso más radical en defensa de la tierra ha quedado en 
manos del sindicato agrario EHNE. Su discurso contra la agricultura 
intensiva e industrial, contra los procesos especulativos que 
artificializan cada vez más superficie de tierra fértil o contra los 
transgénicos, está limitado por el propio ámbito de actuación del 
sindicato: la defensa de los intereses de sus propios afiliados. Esto 
impide una crítica en profundidad del modelo de vida rural, como hemos 
ilustrado antes en el caso de las plantaciones de pino. La canalización 
de sus luchas bajo los parámetros legalistas: alegaciones, subvenciones, 
declaración de zona libre de trangénicos, y las propias alianzas (UAGA, 
COAG, Red por un tren social...) sirven de freno para progresar en ese 
debate.
Otras experiencias que no pueden obviarse serían los pueblos okupados 
(Nafarroako herri okupatuak, Galdames,...) que significarían un avance 
cualitativo en estos discursos por la aplicación de formas de 
organización antiautoritarias y asamblearias. Quizás los límites de 
estos espacios para ampliar sus discursos y sus prácticas residan en su 
aislamiento geográfico y en los propios problemas de convivencia que 
ralentizan las dinámicas de estos grupos. Sin embargo, sus implicaciones 
en luchas como contra el pantano de Itoitz, dan constancia de la 
compatibilidad entre autoorganización y defensa de la tierra.
Otros fenómenos como las Ekoaldeas o la Permacultura, con poca 
implantación, son fenómenos que pueden ser fácilmente asimilables por el 
sistema a través de modelos de ocio como el agroturismo o eco-turismo, 
que impiden el logro de la autosuficiencia, además de crear fórmulas de 
dependencia.
Las redes que se están creando en muchos pueblos y ciudades en torno a 
los grupos de consumo responsable son un indicador de que algo está 
cambiando en defensa de un modelo de producción y consumo local, que 
sirva de freno al gran movimiento de mercancías y a la especulación de 
los intermediarios de alimentos. Mientras en los pueblos estas redes de 
intercambio son impulsadas por los propios agricultores, surgiendo 
prácticas de apoyo, colaboración, etc., los grupos de consumo urbanos 
tendrían unos límites marcados por el mismo hecho del aislamiento que 
produce la ciudad, la falta de comunicación con los agricultores y el 
desconocimiento de sus realidades, además de la necesidad de 
intermediarios que en muchos casos se convierten en grandes empresas de 
distribución ecológica. A ello hay que añadir la problemática creación 
como eje vertebrador del rol de «consumidor» y la diferencia de 
intereses personales entre los integrantes de estos grupos, que van 
desde la mera apetencia (en función de la capacidad económica) de acceso 
a un consumo «sano y de alto standing» a la necesidad de politización y 
problematización de la cuestión en términos colectivos. Surgen de esta 
forma dinámicas en estos grupos que, a priori comparten discursos 
anticapitalistas, que impiden avanzar en el cumplimiento de objetivos 
más políticos, limitándose a un mero acercamiento a favor del consumo 
ecológico, lo que niega su implicación en mayor grado en las luchas 
contra el sistema y en coordinar los mecanismos de solidaridad 
campo-ciudad basados en el apoyo mutuo, el respeto y conocimiento. 18
De esta forma parece lejana la vertebración de un verdadero movimiento 
agroecológico si este se estanca en modelar ciertos ámbitos de consumo. 
De la misma manera, si las pequeñas luchas locales contra el 
desarrollismo encuentran los medios de canalizarse en un discurso más 
vertebrado, y a la vez autónomo que sirva de nexo, estaríamos más cerca 
de proporcionar un buen golpe al sistema, por ejemplo parando el TAV. 
Por otro lado es trabajo de todos el rescatar las prácticas agrarias de 
las manos de las empresas agroindustriales y de sus gestores y máximos 
mecenas, las instituciones.
Asamblea contra el TAV
(Texto de debate para la quincena antidesarrollista: 10-23 de diciembre 
de 2007)
* Tren de Alta Velocidad 
http://es.wikipedia.org/wiki/Tren_de_alta_velocidad
nodo50.org/ekintza <
http://nodo50.org/ekintza>
Escrito en PDF 
http://argentina.indymedia.org/uploads/2009/03/nuevo_parte_de_la_guerra_del_desarrollo._el_mundo_rural.pdf