*Con la apertura política ocurrida en los fines de los años 1970 e 
inicio de los 1980 en Brasil -- que venía de un gobierno dictatorial 
desde 1964 -- un trípode prenunció lo que sería la formación del Partido 
de los Trabajadores (PT), cuya fundación se dio en 1980. Una de las 
partes fue constituida por militantes marxistas que retornaban del 
exilio, pues habían escapado del país por la represión del gobierno 
militar. Otra parte fue constituida por el movimiento sindical, dentro 
del cual figuraba Lula y que venía en un ascenso en términos de 
movilización y combatividad.
Finalmente, una tercera parte fue compuesta de una amplia gama de 
movimientos sociales, en su mayoría ligada a la Iglesia Católica (con 
significativa influencia de la izquierda de la Teología de la 
Liberación), tales como: las Comunidades Eclesiales de Base, el 
movimiento contra la carestía, fuertes movimientos barriales 
reivindicando mejorías en la salud y la educación, el movimiento negro, 
el movimiento feminista; el movimiento estudiantil y también 
intelectuales de izquierda y profesores. Este trípode constituyó una 
importante base social para el partido que se quería como un 
representante de este amplio movimiento social dentro de la 
institucionalidad político-partidaria.
En el inicio, la propuesta del PT era muy radical -- podemos compararla 
a aquella de los Verdes en Europa, más específicamente a la de los 
alemanes. Defendían las decisiones tomadas por la base, con las 
cuestiones discutidas y decididas en el ámbito del movimiento social. El 
político electo sería solamente un delegado que llevaría para las 
instancias de la democracia representativa las posiciones del movimiento 
social. A pesar de esto, la velocidad imprimida por el proceso 
partidario y la cooptación de miembros del partido influyeran 
severamente para que la dirección y los políticos electos se alejasen de 
la base del partido que, a lo largo de los años, pasó a ser cada vez 
menos consultada. Con el tiempo, fue establecida una jerarquización 
clara entre los dirigentes y los dirigidos. Con la necesidad de tener 
influencia, el PT fue viendo que seria necesario tener representación 
numérica significativa y para tener esto, estuvo dispuesto a adentrar un 
proceso de "desradicalización" que funcionó durante toda la década de 
1980 y culminó después de la derrota de Lula ante Collor en 1989. La 
lectura de esta derrota, apuntó para una apertura aún mayor del partido 
en relación a las alianzas, a los militantes pagos, a los procesos 
tradicionales de recaudación de ingresos, a incorporación de aspectos 
neoliberales en los discursos y la práctica, la expulsión de miembros 
más radicales, etc. Después de la derrota de 1989, el PT finalizó el 
proceso de entrada en la máquina de la política partidaria y decidió 
consolidarse como un partido fuerte, como los otros. Convertirse en un 
partido fuerte implicaba ser, necesariamente, como los otros y adoptar 
sus prácticas. Esos ajustes que han conducido a Lula a la presidencia en 
2003 y a la reelección en 2007.
Desde la elección de Lula, sus evaluaciones vienen manteniéndose muy 
positivas entre la población brasilera, mismo en medio a una serie de 
crisis y escándalos que ocurrieran en el período. En reciente 
evaluación, la aprobación del gobierno Lula llegó a 66,8%, mayor índice 
desde 2003. Esto se debe a una estrategia que puede resumirse de la 
siguiente manera:
1. Una política económica de corte neoliberal, que beneficia aquellos 
que tienen el capital.
2. Un programa de políticas asistenciales que beneficia a los más pobres 
(principalmente el llamado «Bolsa Familia» [Ayuda Familia]).
Así, Lula consiguió, por un lado, agradar a la clase dominante que nunca 
vio su capital multiplicarse tanto (todos los que gozan del aumento de 
crédito, de las inversiones internacionales etc.). Por otro, benefició a 
la clase más baja con programas asistenciales que, a pesar de poco 
significativos (los servicios del Estado, por ejemplo, prácticamente no 
sufrieran mejorías), para las personas que los reciben hacen 
significativa diferencia. A pesar de esto, una rápida mirada en las 
estadísticas sociales de Brasil nos hacen ver que los programas sociales 
del gobierno Lula están muy distantes de sanar los problemas más básicos 
de la población: desigualdad social, desempleo, educación, vivienda, 
salud, transportes, violencia, etc. Con base en estos criterios, el país 
vive aún, una profunda crisis social. La clase media, en el momento, es 
la que está menos satisfecha con el gobierno Lula y eso se reproduce en 
la prensa.
A pesar de la política económica de derecha, la retórica de Lula aún es 
de izquierda. Eso exige de los movimientos sociales cierto cuidado, pues 
el discurso de abrir instancias del Estado para que los movimientos 
pasen a discutir sus reivindicaciones con el gobierno, despreciando la 
acción directa, se aceptó por los movimientos, y ciertamente apuntará el 
fin de su capacidad de cambio y de su propia razón de existir. La 
integración que Kirchner logró de gran parte del movimiento piquetero 
argentino dentro del Estado podría haber sido evitada con la observación 
de otros ejemplos de institucionalización a partir de un paradigma da 
democracia representativa que ocurrieron en el mundo, entre ellas la del 
propio PT. Es innegable que la tentativa de conciliación de clases del 
gobierno Lula va generar (y ya está generando) crisis en todo el país. 
Hubo movilizaciones que continuaron, otra que surgieron y las que aún 
surgirán.
Ejemplos de movilizaciones sociales que existen en Brasil y que reflejan 
la crisis de nuestro capitalismo neoliberal son los sin-tierra, los 
sin-techo, los desocupados, los movimientos barriales, movimientos 
contra el precio de los medios de transporte, movimientos de cartoneros, 
movimientos indígenas, cooperativas de productores y consumidores con 
perspectivas autogestionarias, algunos sectores del sindicalismo, luchas 
estudiantiles contra el precio de las mensualidades y por la 
democratización de la educación, movimientos de los afectados por las 
represas, radios libres, movimientos contra la violencia policial, 
movimientos de mujeres contra el patriarcado y en favor del aborto, 
movimientos artísticos y culturales, movimientos de consejos populares, 
movimientos de defensa de la comunicación independiente, movimientos 
ambientalistas, movimiento negro, movimiento gay, etc.
Esto nos muestra que, independiente del carácter que estos movimientos 
puedan tener, lo concreto es que ellos existen. En Brasil, desde la 
crisis del sindicalismo en la década de 1930, el anarquismo no fue capaz 
de encontrar otro vector social, o sea, otro espacio de actuación que le 
diese condiciones de sobrepasar el ámbito ideológico. El hecho de que la 
defensa del anarquismo tenga que encontrar, obligatoriamente, otros 
vectores sociales, se basa en la concepción de que, organizados 
específicamente como anarquistas, estos podrán buscar las 
manifestaciones sociales más promisorias e influenciarlas lo máximo 
posible, sean estas en sindicatos, movilizaciones de sin-tierras, 
sin-techo, estudiantiles, etc. Si muchos de estos movimientos son poco 
combativos / autónomos, si no utilizan prácticas de acción directa / 
democracia directa es, también, porque los anarquistas no están ahí 
presentes para defender estos aspectos. Es innegable que, independiente 
de los anarquistas, estos movimientos acontecen y continuarán 
aconteciendo. Los anarquistas deberán escoger lo que hacer. O escogemos 
que queremos coger el tren de la historia y luchar para influenciar las 
movilizaciones a partir de nuestra perspectiva libertaria o escogemos 
simplemente observar todo a distancia, criticando estos movimientos por 
no tener las características que a nosotros nos gustaría que tuviesen.
Me parece que, obviamente, debemos escoger la primera hipótesis. El 
anarquismo no debe ser encarado como una forma de estilo de vida o 
simplemente observación crítica del mundo, sino como una herramienta de 
lucha para el cambio social. Para que eso sea realidad, solo hay una 
forma de trabajo: el trabajo social junto a las diversas movilizaciones 
que ocurren todos los días y que son fruto de las contradicciones de 
nuestra sociedad. Estas movilizaciones, si por un lado tienen defectos, 
por otro son el único camino capaz de dar al anarquismo el cuerpo social 
que le es imprescindible si aspiramos cualquier modificación 
significativa del status-quo.
* Felipe Corrêa
(Brasil)
extraído de la revista nº 35 de Ekintza Zuzena 
http://nodo50.org/ekintza
publicado en 
http://argentina.indymedia.org/news/2008/11/639685.php