Author: jchueco Date: To: pensa Subject: [Pensamientoautonomo] La gira del etanol. Zibechi.
Estados Unidos
La gira del etanol
Por: Raúl Zibechi
La gira latinoamericana que el presidente George W. Bush emprendió
esta semana puede trastocar la relación de fuerzas en la región, de
modo particular en Sudamérica.
El punto crucial es la visita a Brasil, donde el 8 y 9 de marzo Luiz
Inacio Lula da Silva y Bush acordarán un vasto plan para la expansión
de la producción de etanol a partir de la caña de azúcar.
Luego, en Uruguay, el presidente estadounidense y Tabaré Vázquez
consolidarán el acercamiento comercial por el que ambos gobiernos
vienen trabajando hace más de un año.
En Colombia, la visita puede contribuir a fortalecer al gobierno de
Alvaro Uribe, que está empantanado por sus relaciones con los
paramilitares, y a diseñar una política hacia el nuevo gobierno del
ecuatoriano Rafael Correa, quien declaró que no renovará el convenio
por la base militar de Manta, que resulta estratégica para el Plan
Colombia.
En Guatemala, donde se realizarán elecciones en septiembre, el posible
triunfo de la premio Nobel Rigoberta Menchú es motivo de preocupación
para Washington.
Por último, la previsible inestabilidad política en el México de
Felipe Calderón será uno de los temas con el que cerrará su gira.
Cuando Bush y Tabaré Vázquez estén reunidos en la residencia
presidencial de Colonia, a escasos 50 kilómetros, en Buenos Aires,
Hugo Chávez encabezará un acto antimperialista que cuenta con el apoyo
de Néstor Kirchner y de buena parte de los movimientos sociales de
Argentina.
Nunca había sido tan evidente la existencia de dos posiciones entre
los gobiernos progresistas y de izquierda de la región.
Pero en esta ocasión, pese a lo que proclaman los medios de la
derecha, no se trata de ningún exceso de escenificación de Chávez ni
una falta de tacto del venezolano.
Por el contrario, la situación que provoca la gira de Bush justifica
la realización de un acto que, en los hechos, no es sólo un repudio a
Bush, sino una clara toma de distancia de Vázquez y Lula.
La alianza entre Estados Unidos y Brasil para la producción de etanol
es lo que explica la opción de Chávez a emplearse a fondo en un acto
que va a disgustar a algunos socios del Mercosur.
Brasil es el primer productor mundial de etanol, y con Estados Unidos
controla 72 por ciento de la producción mundial. Pero mientras el
etanol estadounidense, producido con maíz, tiene baja productividad y
dispara el precio del alimento, la producción de caña de azúcar es
cinco veces más eficiente y coloca al país sudamericano a la
vanguardia mundial en la producción del energético.
Un acuerdo de largo plazo con Brasil permitiría a Estados Unidos tres
objetivos centrales: diversificar la matriz petrolera, reduciendo su
dependencia de las importaciones de Venezuela y de Medio Oriente;
debilitar a Venezuela y a sus aliados, y frenar la integración
regional motorizada por los hidrocarburos que había cobrado vuelo en
2006.
Este plan reaviva los mismos objetivos que tuvo que aplazar Bush en
noviembre de 2005, cuando fracasó el ALCA en la Cumbre de Mar del Plata.
No es casual que Chávez haya criticado frontalmente el etanol como
alternativa al petróleo.
'Lo que Estados Unidos pretende es imposible. Para sostener con etanol
su estilo de vida habría que sembrar con maíz cinco a seis veces la
superficie del planeta Tierra', dijo en su programa semanal.
Agregó que la expansión de los cultivos tendrá impacto sobre los
alimentos, que serán más caros, sobre los suelos, que se degradarán
más por el uso de agroquímicos, a la vez que fortalecerá 'la tendencia
al monocultivo para alimentar las plantas de etanol'.
Fidel Castro, en conversación telefónica con Chávez, dijo que 'la idea
de usar alimentos para producir combustibles es trágica, es
dramática', ya que 'nadie tiene seguridad de adónde van a llegar los
precios de los alimentos cuando la soya se esté convirtiendo en
combustible'.
Sus argumentos coinciden con las críticas de los movimientos sociales
A finales de febrero, un manifiesto firmado por varios movimientos
latinoamericanos, entre ellos el MST de Brasil y Vía Campesina,
sostiene que 'el actual modelo de producción de bioenergía se sustenta
en los mismos elementos que siempre causaron la opresión de nuestros
pueblos: apropiación del territorio, de los bienes naturales, de la
fuerza de trabajo'.
Pero lo que los dirigentes venezolano y cubano no podían decir en voz
alta, por razones diplomáticas, lo dijeron los movimientos.
El manifiesto señala que el acuerdo del etanol 'es una fase de la
estrategia geopolítica de Estados Unidos para debilitar la influencia
de países como Venezuela y Bolivia en la región'.
En suma, se trata de boicotear la integración regional y obras tan
importantes como el gasoducto del sur.
Si consideramos que la actual coyuntura que vive la región es
sumamente delicada es porque puede producirse una inflexión de larga
duración que afectará tanto a los pueblos como a los gobiernos de
izquierda.
Hilando fino, el problema no es ni Bush ni Estados Unidos.
Ellos hacen su juego, como siempre lo hicieron.
Con el proyecto del etanol emerge una nueva-vieja alianza: la de las
elites globales, que se expresa en algunos gobiernos de la región.
Entre los principales promotores de la Comisión Interamericana de
Etanol, lanzada en diciembre, figuran dos personajes claves: Jeb Bush,
ex gobernador de Florida, a quien muchos acusan del fraude electoral
que facilitó el acceso de su hermano a la presidencia en 2000, y el
brasileño Roberto Rodrigues, presidente del Consejo Superior de
Agronegocios de San Pablo y ex ministro de Agricultura en los primeros
cuatro años del gobierno de Lula.
Rodrigues fue el hombre del agrobusiness en el gobierno brasileño,
está dispuesto a deforestar la Amazonia y a expulsar a millones de
campesinos de sus tierras para acelerar la acumulación de capital.
Los brasileños votaron por Lula, no por el tándem Bush-Rodrigues.