La Fogata
"La Página de los Compañeros"
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NUESTROS SUEÑOS, NO CABEN EN SUS URNAS
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Voces diversas
Por Eduardo Galeano
Discurso del escritor Eduardo Galeano en el acto de la Plaza Libertad celebrado el pasado viernes 27 de mayo de 2005 en contra de la instalación de las plantas de celulosa Botnia y ENCE en Fray Bentos.
Quiero empezar por hacer un par de aclaraciones. Algún diario publicó y algunas radios reprodujeron la noticia de que esta noche yo iba a encabezar una marcha contra el gobierno.
Bueno, ni encabezo ninguna marcha, porque yo no encabezo nada, ¿quién soy yo para encabezar? ni esta concentración es una concentración contra el gobierno, yo entendería que al revés, esta concentración está alimentando por una esperanza que elegimos, por una esperanza que compartimos todos de que el gobierno escuche otras voces, no sólo las voces que le urgen a tomar decisiones apuradas en relación con temas fundamentales para el país, porque hay decisiones que se toman en 15 minutos, o en 20 pero después tienen consecuencias durante siglos.
Y ahora se da como un hecho consumado que el gobierno aprobó o puso su visto bueno a la instalación de las plantas de celulosa en Fray Bentos.
Nosotros habíamos solicitado en un manifiesto que firmamos -que después hemos subrayado una vez y dos y vein te veces- que es la necesidad de que antes de tomar una decisión que nos parece grave porque puede implicar el envenenamiento del Río Uruguay, la reducción de lo que nos queda en la tierra, esto de que van a pudrir las aguas y secar las tierras que no es de ninguna manera obra de imaginación sino que es la enseñanza triste que han dejado las fábricas de celulosa por la experiencia ya realizada en tierras vecinas, sobre todo en Chile y Argentina, bueno, pues que se escuchen esos testimonios y que antes de tomar una decisión se piense mucho en lo que se va a hacer.
Que se escuchen voces diversas porque esto de las voces diversas al fin y al cabo es también una tradición del Frente.
El Frente Amplio se llama Amplio por eso, porque nació queriendo ser amplio.
Una conjunción de conciencias unidas bajo banderas comunes pero que vienen de l ugares diversos y que pueden tener opiniones diversas.
Alguien dijo -no sé si Artigas, probablemente Artigas- que la contradicción es la única prueba de la libertad, pero yo además creo que la contradicción es la única prueba de la vida porque la vida es contradictoria y no hay que tenerle miedo.
Nosotros tenemos la certeza también abonada por la experiencia histórica de que cuando se confunde la unidad con la unanimidad no se llega a buen puerto porque no existe una verdad única, sino una suma de verdades que resultan de la contradicción de las muchas verdades que la verdad contiene, entonces, no le tenemos miedo a la contradicción y no nos importa, realmente no nos importa que nos llamen traidores por discrepar ¿o acaso hemos vuelto a los tiempos de la Santa Inquisición y ahora nos van a quemar con leña verde por creer que algunas de las medidas del gobierno está tomando son equivoca das o apresuradas?.
No compañeros, yo creo que hay que reivindicar el derecho a la divergencia dentro de la confluencia y que esa es nuestra mejor manera de ayudar al gobierno a gobernar, ¿por qué?, porque este gobierno no nació de la oreja de una cabra y no fue votado por un señor que se llama Mercado que parece que es el que nos está tomando los deberes.
Y que ahora se dice, y me lo dicen amigos, gente querida, compañeros queridos, me dicen: "Eduardo, vos no entendés que el Mercado está satisfecho".
¿El Mercado?: "no entendés que esto no, porque el Mercado no quiere".
¿El Mercado?. Yo me pregunto, ese señor Mercado, ¿es uruguayo?, ¿tiene credencial cívica?, ¿votó?, ¿fue votado?, ¿quién votó por el Señor Mercado?.
El Frente Amplio no tiene que rendir cuentas al Señor Mercado, pero sí está obligado a rendir cuentas al pueblo que lo votó.
En estos días, en estos tiempos (y perdón por la garganta que me falla, la culpa de la media estación), estamos viviendo yo creo, no solo el Frente y el gobierno sino el país todo, tiempos muy difíciles en que sin dudas el gobierno ha heredado un país hipotecado, endeudado hasta la manija, cuyos márgenes de soberanía se han estrechado, se han hecho cada vez más angostitos.
Entonces, se vive un clima en el cual es muy difícil decir algunas cosas.
Yo lo comprendo, comprendo que puede haber sectores de la población como ahora ocurre con algunos sectores en Fray Bentos que estén contentos con la idea de que van a trabajar.
Este es un país desmantelado, donde el trabajo se ha convertido lamenta blemente en un privilegio de pocos.
Entonces, la defensa ecologista del medio, de la tierra, del agua y también de la salud humana parece una cosa de marcianos, porque se vive un clima semejante al de aquella película -probablemente algunos de los que están acá la vieron- "Bienvenido Mr. Marshal" en la que había un pueblo español enloquecido porque venía Mr. Marshal que iba a traer la plata, que hacía las inversiones.
Es otra cosa de la que hablan ahora los expertos todo el tiempo, día y noche hablando de las inversiones.
Me hace acordar al episodio aquel que vivimos no hace mucho, no recuerdo exactamente cuando, no hace mucho, cuando buena parte de este país quedó enferma de tortícolis por mirar al cielo esperando el avión que iba a traernos tres mil millones de dólares que había sido prometidos por un embajador de los Estados Unidos que es muy meterete, que por cierto ahora está urgiendo al Parlamento que apruebe una ley de inversiones que contiene cláusulas coloniales y humillantes para el país.
Este señor meterete no se ha enterado de que el país cambió porque la gente votó para que el país cambiara y cosas que antes resultaban normales, humillaciones aceptadas como costumbre en tiempos del poder "blanquirado" o "coloranco", ahora ya pasan a ser ofensas graves a la dignidad nacional recuperada.
Y creo que es no solo nuestro legítimo derecho, sino también nuestra obligación, nuestro deber, recordarle a este gobierno que muchos sentimos que es nuestro gobierno, recordarle que la dignidad es su obligación principal y que no se equivocó el tipo aquel que dijo: "No venderemos el rico patrimonio de los Orientales al bajo precio de la necesidad".
Gracias
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Campo de Mayo
"El mayor campo de exterminio argentino"
"No acepten lo habitual como cosa natural. Pues en tiempos de desorden sangriento, de confusión organizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural, nada debe parecer imposible de cambiar".
Bertolt Brecht
Comisión de Homenaje Permanente
La Comisión de Homenaje Permanente invita a las organizaciones políticas y sociales y a todos los compañeros y compañeras, a participar del rescate de la memoria colectiva, un patrimonio popular de nuestro pueblo.
Sabemos que la historia política de los trabajadores y de los oprimidos en la Argentina no se puede leer desde la visión parcial, deformada y falsa que intentan instalar los sectores dominantes.
Precisamente los discursos demagógicos y lacrimógenos de los administradores de turno del estado burgués, otorgan a los derechos humanos un lugar en la última fila del espectáculo circense de la democracia liberal capitalista.
Mientras tanto, desde el escenario mayor, se silencia y oculta la parte más sustancial de la historia popular: aquella que protag onizaron miles de compañeros que llevaron sus palabras a la acción y desarrollaron las luchas revolucionarias de la década del ´70, para construir una sociedad socialista libre de explotadores.
Millares de compañeros fueron torturados y asesinados en Campo de Mayo, el principal centro de exterminio que existió en nuestro país en aquellos años de barbarie.
Contrariamente a lo que relata la historia oficial, los grupos de exterminadores no nacieron con el golpe de Estado de 1976. Los desaparecidos del pueblo tuvieron nombres y apellidos como Juan Pablo Maestre, Luís Pujals, Ángel Brandazza, Segundo Gómez y muchos otros, mientras que la política de aniquilamiento masivo se puso en práctica en hechos como los fusilamientos de Trelew en 1972.
Ya por entonces, la doctrina militar impuesta por los Estados Unidos, había creado, durante la dictadura del general Alejandro Lanusse, grupos de tareas como el Comando SAR (Sub. Área Rosario) en la provincia de Santa Fé -bajo el mando del general torturador Juan Carlos Sánchez, ejecutado por el ERP y las FAR en una operación conjunta el 10 de abril de 1972- que fueron la antesala de lo que vendría tras el golpe del ´76.
En el lapso entre una dictadura y otra, la Triple A, las patotas de la burocracia sindical, los grupos de choque de la derecha fascistoide y militares en actividad, continuaron la tarea, apoyados por gran parte de la clase política que hoy alienta la deformación de la historia reciente.
Con esos antecedentes y en un contexto de enfrentamiento profundo entre el capitalismo salvaje sin máscaras y las organizaciones revolucionarias que defendían con su propia vida los intereses populares, Campo de Mayo concentró a lo más brutal de la represión dictatorial.
Con la ESMA funcionando como campo de concentración y exterminio al tiempo que como centro de desarrollo político del proyecto del almirante Emilio Massera, y dedicada la Armada especialmente al aniquilamiento de los Montoneros, la fuerza militar hegemónica, el Ejército, apuntó sus esfuerzos principales a la destrucción del PRT y del ERP.
Varios meses antes del golpe de 1 976, esa fuerza masacró a Eliseo Ledesma, jefe del Estado Mayor del ERP. A partir de entonces, más de cinco mil compañeros perdieron la vida entre las torturas y sólo 42 lograron sobrevivir a la masacre. Para darse una idea de las proporciones de esta política de exterminio, vale una comparación: según cifras oficiales alemanas, el 20 % de los prisioneros de Auschwitz sobrevivió al genocidio nazi en ese campo alemán en la Polonia ocupada, mientras que sólo el 0, 84 % fue el porcentaje de sobrevivientes en Campo de Mayo.
Nadie investigó a fondo esa barbarie, y lo que es muy grave, algunos de los que alguna vez compartieron las luchas de los asesinados en la ESMA, en Campo de Mayo y en tantos otros campos de exterminio, hoy pasean su historia reciente vergonzosa por pasillos oficiales y hasta en marchas populares.
"Los romanos construyen un cementerio y lo llaman paz", decía el historiador romano Cornelio Tácito.
Es hora de salir de aquella última fila del circo sin pan que impulsan los mentores de la paz de los cementerios, acusar y castigar a los autores intelectuales y materiales del genocidio de Campo de Mayo.
Allí están los restos de muchos de los luchadores populares que enfrentaron al imperio y a sus verdugos a sueldo, allí en fosas comunes, diseminados entre la tierra arrasada, están hombres y mujeres que tuvieron la capacidad de entender el por qué y el valor de encarar el cómo; allí en Campo de Mayo siguen estando los gritos de dolor y, lo que más importa , las consignas de lucha y de combate de quienes nunca se rindieron.
Vayamos a buscarlos, retomemos sus consignas, sigamos con su lucha y démosle vida a sus sueños, que nunca se perdieron.
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Nace Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística
Tlaxcala contra el Uno o cómo traducir un cordero
Santiago Alba Rico
Rebelión
La Fogata
Siempre me ha parecido extraño que para tocar el piano se necesite un piano, esa especie de dinosaurio de madera que hay que aporrear con las dos manos; como me parece extraño que a nadie le parezca extraño que para traducir un texto de una lengua a otra no se necesiten grúas y poleas, cuerdas y palancas, con las que levantar todo ese peso del suelo.
En las lenguas que conozco, todas mal, "traducir" (tradurre, traduire, traduzir, translate, itzuli, übersetzen) evoca la operación muy física de recolocar una carga, de acarrear un paquete, de transportar y alzar y apoyar en otro sitio un gran piano. También en árabe, donde el verbo "tarjama", del que se derivan nuestro castellano "trujimán" o "truchimán" o "dragomán", comparte el campo semántico con "naqala", literalmente "transportar", cuya gutural "qaf" central materializa la imagen muy robusta de un camión lleno de naranjas. Creo que los miembros del colectivo Tlaxcala no se sentirán incómodos si me los imagino como fornidos camioneros o mozos de carga (ellas y ellos) que aceptan y se enorgullecen del carácter social tanto de su medio de transporte como del material explosivo que transportan.
El viento que traslada la semilla y poliniza el campo estéril por encima de la valla, ¡es el traductor del trigo!
El río que traslada agua, barcos y limo de un país a otro sin secarse en las fronteras, ¡es el traductor de la vida!
El labio impetuoso que traslada saliva al labio del amante, ¡es el traductor del fuego!
El albañil que traslada ladrillos para construir una casa, ¡es el traductor del empeño!
El estibador que carga fardos en el puerto, el minero que empuja la vagoneta, la maquiladora que transforma trabajosamente el tejido, ¡son los traductores de la potencia cautiva!
El militante que pasa un mensaje, el resistente que transmite una información clandestina, el estudiante que reparte un periódico colérico, ¡son los traductores del límite!
El campesino que transporta armas a las Sierras Maestras del planeta, ¡es el traductor de su pueblo!
El poeta que traslada los nombres comunes de una posibilidad no entrevista, ¡es el traductor del futuro!
Pero por eso mismo, y al revés, Tlaxcala, colmena de traductores, falansterio de verbos, es viento, es río, es saliva, es ladrillo, es estibador de puerto, es minero, es maquiladora, es campesino, es militante, es poeta.
Son tres los misterios. El primero: hablamos. El segundo: hablamos lenguas diferentes. El tercero: podemos traducirlas. De los tres, el más enigmático y definitivo, el que mejor nos define como humanos, es el último. Un león y una mariposa no tienen nada que decirse, una cebra y un cordero pueden chocar, pero no cambiarse de sitio. Lo que distingue a los seres humanos de los animales es que sólo los primeros pueden traducir y traducirse. Sólo lo que no admite traducción es una especie, sólo lo que no se puede traducir es una raza y por eso una cebra es una cárcel. Si algo no se puede traducir es que no es libre. El racismo, la xenofobia, el machismo, el imperialismo, el capitalismo, se oponen encarnizadamente a toda traducción, quieren agotar el mundo en sus especies estancas, tratan a los hombres como a cebras de una sola versión, como a corderos intraducibles. Traducir es salir de la cebra; es decir, salir de la cárcel. Traducir un cordero es convertirlo -verterlo- en un ser humano.
Lo contrario de traducir es reducir: reducir a un prisionero, reducir una revuelta, reducir a cenizas un poblado, reducir a escombros una casa, reducir un pueblo a la miseria. Esa es la vocación del Imperio. Monsanto quiere embridar los pólenes y el viento; Lyonnaise des Eaux quiere enlatar los ríos; Repsol quiere coagular las salivas; el fuego, las vagonetas, los tejidos, los campos hablan una sola lengua, un idiolecto, y no hay ninguna otra a la que trasladarlos. El relato de Babel es pura propaganda: para que los hombres juntos no construyesen esa torre amenazante para el cielo, Dios tuvo que crear luego un imperio que impidiese la traducción y generalizase un cizañero idioma común. Hacen falta al menos dos lenguas para entenderse y mil para ponerse de acuerdo. Para dividir a los hombres Dios les impuso una sola lengua y los encerró en ella. El Pentágono y la OTAN se ocupan de reducir las casas y los cuerpos; Le Monde, Il Corriere della Sera, la CNN y The New York Times, entre otros, se encargan de reducir las mentes. El Imperio no se puede traducir: es uno, total e intransitivo.
La figura del traductor ha estado siempre marcada por una especie de fracaso original: era el zapatero remendón que parcheaba los estragos de Babel, la lámpara a media luz que apenas si lograba -como en la hermosa metáfora cervantina- mostrar el revés del tapiz, el traduttore traditore resignado a trasladar sentidos mancos, aproximaciones, tanteos, y a recibir el desprecio con que se despacha a los mensajeros desmemoriados.
Tlaxcala, cooperativa del transporte de voces, parque móvil de las palabras comunes, parte del principio contrario y mucho más exacto: el de que el peligro y el fracaso es el monolingüismo; el de que es el Uno quien impide la unidad; el de que sólo una alianza de las diferencias puede triunfar sobre el Todo. Tlaxcala nace para regocijarse en el barullo de Babel y para expedir sus camiones, con armas y con naranjas, en todas direcciones. Tlaxcala nace para afirmar el carácter social del lenguaje y el carácter lingüístico de la emancipación. Tlaxcala nace para combatir el inglés imperial y también para salvar el inglés, reducido -intraducible- a una lengua sumaria, imperativa, enjuta, acerada, esférica y tramposa, a una especie y no a una lengua (y no cebra, sino hiena), una cárcel y no un río, un idiolecto absoluto que sólo puede ser rehabilitado y liberado, como sus propios hablantes, dejando entrar en su seno las traducciones de otras lenguas.
Poleas y grúas, sogas y palancas, me emociona y agradezco personalmente (oligóglota de a pie) el trabajo musculosamente social de los traductores (los de Rebelión y los de Tlaxcala), sin el cual seguiríamos siendo cebras o hienas en el zoológico de la CNN. Tlaxcala quiere ser la Escuela de Traductores de Toledo del anti-imperialismo, el ejército de trujimanes que levante, ladrillo a ladrillo, la torre bulliciosa contra el Uno enmudecedor, el brazo lingüístico de la revolución que liberará el viento, los ríos, la saliva, las vagonetas y los hombres. El mundo es una traducción y todas sus partes son originales. Que tenga cuidado el Uno, pues Tlaxcala ha empezado a traducir la Unión.
Artículos relacionados: véase, también en Rebelión, Manifiesto de Tlaxcala y Reconstruyendo la Torre de Babel.
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La periferia soviética: bailando con lobos
Higinio Polo
El Viejo Topo
La Fogata
La llegada de Bush a Corea del sur, para asistir a la cumbre de los países del foro de Cooperación Económica para Asia y el Pacífico, acompañada antes por encuentros en Tokio y, después, en Pekín y Ulan Bator, muestra el interés de Estados Unidos por la emergente Asia Oriental, centrada en el creciente poder chino: muchas acciones norteamericanas se explican por una política de contención hacia China que, aunque no ha sido declarada, no es por ello menos evidente. Estados Unidos se mueve entre el pragmatismo, las necesidades económicas (China posee una gran cantidad de Bonos del Tesoro estadounidenses), y la añeja política que busca la hegemonía propia mientras planifica un equilibrio entre potencias secundarias, cuya lejana inspiración la encontramos en el imperio británico del siglo XIX. La visita a Mongolia, y el objetivo de instalar allí bases militares norteamericanas, es revelador de las intenciones de Washington para completar un cordón sanitario alrededor de China. Sin embargo, aunque esa gigantesca región de Asia oriental es la más importante preocupación estratégica de Washington, no es la única. Unas semanas antes de ese viaje del presidente norteamericano, la gira, más discreta, de Condoleezza Rice por algunas de las antiguas repúblicas soviéticas señalaba también algunas de las cuestiones olvidadas del gran juego entre potencias internacionales, en el confuso mundo nacido tras la desaparición de la URSS. La vieja Besarabia, el Cáucaso y Asia central son los motivos del interés de la diplomacia norteamericana que ha llevado a Rice a visitar la periferia soviética.
Rice no ha visto su gira diplomática acompañada por el éxito, y el escenario se mueve. Uno de los objetivos principales de Rice, mantener la base aérea de Janabad, en Uzbekistán, ha fracasado. Recuérdese que, en los meses posteriores a los atentados de las Torres Gemelas, en medio de la conmoción mundial, diferentes países se ofrecieron a Washington para colaborar en la "lucha contra el terrorismo" y contribuir a la campaña militar contra el régimen talibán de Afganistán, cómplice de las confusas redes del radicalismo islamista de Ben Laden, anterior aliado de Washington. Estados Unidos aprovechó la oportunidad para tomar posiciones en Asia central, orientadas a la preparación de la guerra en Afganistán, pero, al mismo tiempo, con el propósito de iniciar el control estratégico de la zona: allí están los grandes yacimientos de petróleo y gas de la antigua periferia soviética. La conmoción mundial por los atentados fue muy útil para Bush y su gobierno: incluso Moscú aceptó la creación, impensable unos años antes, de bases militares norteamericanas en Asia central. Fue un error de Putin, en 2001, todavía inseguro en su recién estrenada presidencia.
Desde entonces, muchas cosas han cambiado. Entre otras, se ha hecho evidente para el mundo, con la guerra y ocupación de Irak y con las flagrantes mentiras utilizadas por el gobierno de Bush, que el terrorismo está siendo utilizado como señuelo para conseguir ventajas estratégicas. Por eso, la negativa evolución de algunos países del área para el interés estratégico norteamericano y el revés político que ha supuesto los resultados de la gira de Condoleezza Rice intenta ahora ser compensado por Washington jugando sus bazas, que no son pocas, en otras zonas conflictivas de la antigua Unión Soviética. Así lo hizo en Ucrania y Georgia, donde la victoria de los opositores protegidos y financiados por Estados Unidos ha creado una nueva situación muy preocupante para Rusia. Las pruebas de la implicación estadounidense y de la financiación de los "revolucionarios naranja" son, a estas alturas, evidentes, y para ninguna cancillería es un secreto que Víctor Yuschenko, el presidente ucraniano, es un peón de la estrategia norteamericana. Moscú presiona a Kiev con los suministros de petróleo y gas, que quiere venderle a precios del mercado internacional, pero teme que la otra gran república eslava corra la suerte de las repúblicas bálticas, convertidas en estados-cliente de Washington. También es un peón norteamericano Mijail Saakashvili, el presidente georgiano, llegado al poder a través de otra confusa "revolución", tras la que también encontramos a Estados Unidos. Saakashvili se apresuró a cortar lazos con Moscú exigiendo, antes del verano de 2006, la salida de las tropas rusas que, en misión de paz, se interponen entre georgianos y osetios desde hace años.
La acción de EEUU en Asia central utilizó patrones similares, en una zona plagada de dictadores que actúan como lobos. En Kirguizistán -donde el anterior dictador, Askar Akáyev (un intelectual liberal que prohibió el Partido Comunista kirguizio al asumir la presidencia), mantuvo excelentes relaciones con Washington-, Estados Unidos aprovechó también para instalar una gran base militar, utilizando el pretexto de la guerra a los talibán afganos y el favor de Akáyev. Pero las ambiciones de Akáyev, que, tras catorce años en la presidencia, pretendía continuar en el poder a través de sus hijos, llevaron a Estados Unidos a preparar el cambio, que ha culminado con la victoria electoral de Kurmanbek Bakíyev, un hombre que, para contrariedad de Bush, impugna la presencia estadounidense en el país, donde cuentan con una gran base militar en Manás. Desde esa perspectiva, la operación ha sido un fracaso.
La evolución en Uzbekistán (la república más poblada de la zona, que casi duplica en población al otro gran país de Asia central, Kazajastán) ha sido determinante para entender la compleja evolución de los acontecimientos. Los graves incidentes ocurridos en mayo de 2005 en la ciudad uzbeka de Andizhan, que siguen teniendo muchos puntos oscuros, fueron utilizados por Estados Unidos como una palanca para presionar a Islam Karimov, el dictador uzbeko, fiel aliado estadounidense hasta ese momento aunque ya desconfiaba de las discretas maniobras de EEUU con grupos de la oposición. Mientras las autoridades de Uzbekistán mantenían que la crisis de Andizhan era una revuelta de islamistas teocráticos, el Departamento de Estado norteamericano jugaba la carta de la supuesta emergencia de fuerzas democráticas para intentar crear un régimen cliente en ese país, mucho más ligado a su despliegue estratégico y, a ser posible, más presentable que el feroz presidente uzbeko. Karimov ha sido hasta ahora un aliado oportunista, pero juega sus propias cartas y su principal preocupación es mantenerse en el poder. Su gobierno se ha mostrado complaciente con Washington a lo largo de toda la última década del siglo XX y en los primeros años de este siglo, como pone de manifiesto, además del apoyo logístico y militar a la acción de Estados Unidos en Asia central, su alineamiento sin matices con la diplomacia de Washington: recuérdese, por ejemplo, que las resoluciones de la ONU que cada año condenan el bloqueo estadounidense a Cuba, y que reciben un apoyo universal, tuvieron durante años tres votos en contra: Estados Unidos, Israel y Uzbekistán. Estados Unidos estaba tan seguro de su posición en Uzbekistán que incluso se permitía incumplir los pagos por el alquiler de la base de Janabad. A la nueva enemistad con Washington, Karimov ha respondido con un acercamiento a Moscú: a la fuerza, ahogan. El presidente uzbeko, que ha especulado con la posibilidad de un ataque estadounidense a su país, sostiene ahora que atacar a Uzbekistán es atacar a Rusia.
Así, el grueso error de análisis cometido por Washington en el momento de la rebelión armada de Andizhan, convenció a Karimov de que Estados Unidos estaba creando las condiciones para su salida del poder y para instalar un régimen cliente más presentable que el suyo a los ojos de la opinión pública internacional. De esa forma, la consecuencia inmediata de la actuación norteamericana en la crisis fue la exigencia de Islam Karimov de que la base estadounidense de Janabad fuese desmantelada en medio año. En su reciente gira, Condoleezza Rice esperaba evitarlo y limitar los daños de su error: confiaban en acomodarse nuevamente con Karimov. De hecho, las excelentes relaciones de Washington con casi todos los regímenes dictatoriales de la zona, desde Uzbekistán hasta Pakistán, pasando por los gobiernos impuestos directamente por sus tropas en Afganistán e Irak, si bien han supuestos avances estratégicos indudables para Estados Unidos, han creado también dificultades para su acción política global: la evidencia de su complicidad con todo tipo de dictaduras sanguinarias casa mal con la supuesta lucha por la libertad y por la democracia que dice impulsar la diplomacia norteamericana. Esa es una de las razones, entre otras, del repentino estallido de revoluciones naranja en distintos países: conjugan el imprescindible barniz democrático con la creación de regímenes clientes, sometidos a la voluntad política de Washington.
En Tayikistán, una pequeña república sin apenas peso político pero con influencia en parte de la población afgana, Rusia teme que Estados Unidos utilice el país como recambio para acantonar allí sus tropas, después de la forzada salida de Uzbekistán. Enomalí Rajmónov es el presidente tayiko desde 1992. Tanto en Tayikistán como en Kirguizistán, Moscú cuenta con instalaciones militares. Los otros dos países de Asia central, Kazajastán y Turkmenistán, cuentan con dictadores desde 1991, el año del colapso soviético, y tanto el kazajo Nursultán Nazarbáyev, como el turkmeno Saparmurat Niyázov, pretenden mantenerse en el poder por el procedimiento de mantener buenas relaciones con Estados Unidos y con Rusia. En Kirguizistán, donde también se produjo una revolución naranja, la evolución de los acontecimientos no ha sido favorable para Washington: el nuevo gobierno de Kurmanbek Bakíyev ha puesto en cuestión la presencia de soldados estadounidenses en el país, y el Departamento de Estado de EEUU, que ya contaba con esa eventualidad, está jugando sus cartas en dos escenarios, que han visto ya discretas iniciativas estadounidenses: Moldavia y Osetia del Sur. Objetivo: presionar a Moscú, amenazando con la reactivación de conflictos en su periferia, por el florentino procedimiento de ofrecerse como mediador en ellos. Bush y Rice querrían conseguir la aceptación de Moscú a la presencia de sus tropas en la antigua Asia central soviética, a cambio de su benevolencia en otros escenarios de crisis.
Ni Moldavia ni Osetia son las únicas cuestiones pendientes de solución en el antiguo territorio soviético: Estados Unidos pretende ser un protagonista destacado en todas las repúblicas periféricas de la URSS, y quiere actuar como mediador en los conflictos mientras coloca sus peones políticos. Washington quiere hacerlo por varias razones: para consolidar la división definitiva del territorio soviético, para ampliar su propia influencia estratégica, para controlar los flujos energéticos, y para crear un espacio político aliado suyo entre la Unión Europea y la Rusia actual, que le permita presionar a ambos, arraigar su presencia militar y política en el Asia central soviética (donde cuenta desde hace tiempo con diversos grados de penetración en Kazajastán, Kirguizistán, Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán, con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, y, en menor grado, contra el tráfico de estupefacientes) y para intentar sustituir a Moscú como principal protagonista en los procesos de mediación y de paz que deben impulsarse en la zona. Sus planteamientos son muy ambiciosos, pero están sujetos a graves contratiempos, como se ha visto en Tashkent y en Bishkek.
Además, Estados Unidos, que había mantenido un discreto silencio sobre la evolución de la vieja Besarabia, ha mostrado interés en participar en las negociaciones sobre el estatuto definitivo -si puede hablarse en estos términos en la política internacional y en la historia- de la república del Dniéster, que se proclamó república separada de Moldavia, y que no ha sido reconocida como tal por la llamada comunidad internacional (en realidad, poco más que las grandes potencias). Al mismo tiempo, tras la victoria de sus peones en Georgia (donde Shevarnadze fue separado del poder por una revolución naranja dirigida entre bastidores), Estados Unidos está empezando a intervenir en Osetia del Sur, que mantiene aspiraciones a su independencia de Georgia, separándose de ella. El enfrentamiento militar entre Osetia del Sur y el gobierno georgiano que siguió al colapso de la URSS sigue sin resolverse, aunque no se produzcan ahora choques armados relevantes, y la propia Rusia cuenta con un territorio denominado Osetia del Norte. Lo mismo ocurre en Abjasia, también en territorio georgiano, que mantiene sus aspiraciones a separarse de Tblisi, sin olvidar las implicaciones georgianas en el cobijo de grupos armados chechenos. Estados Unidos cuenta jugar con esas bazas, además de su capacidad para presionar por la guerra chechena y por el conflicto de Nagorno-Karabaj, que enfrenta a Armenia y Azerbaiján, con Rusia al fondo.
Así, junto con Osetia, Moldavia es también una carta de recambio para presionar a Moscú. Washington ha reparado en que el nuevo gobierno moldavo en Kishinev está interesado en impulsar una solución definitiva al conflicto de la república del Dniéster (o Transnistria, como la llaman en Moscú), y la participación norteamericana en nuevas negociaciones de paz serviría, sin duda, para presionar a Moscú, y para nuevas exigencias ante Rusia para el reparto de zonas de influencia en todas las antiguas repúblicas periféricas de la URSS. Sin que el Departamento de Estado olvide que Chechenia sigue siendo un foco de tensión abierto en la propia Rusia, utilizado por Estados Unidos a conveniencia en las tribunas internacionales además de espantajo de la posible fragmentación del gran país eslavo.
Ahora, con Putin, la nueva Rusia (que fue en los años noventa dependiente de Estados Unidos hasta la traición, y cuyas bazas estratégicas fueron desbaratadas por la irresponsable actividad de Yeltsin y de su ministro de exteriores Kozirev -un incompetente político de la nueva derecha rusa, hoy olvidado, que siempre fue complaciente ante las demandas estadounidenses, y a quien ni siquiera respetaban en Washington-) intenta recuperar algo del terreno perdido, mientras ve con impotencia y con sospecha la actividad de Estados Unidos en la periferia de la antigua Unión Soviética. Washington desconfía de las intenciones de Putin, a quien ve decidido a reconstruir el espacio soviético, ahora sobre nuevas bases capitalistas. Si Estados Unidos cuenta con la ventaja de sus múltiples recursos financieros, Rusia juega con el conocimiento de la zona y con una tradición histórica común en la antigua Unión Soviética. En ese enfrentamiento soterrado, ambas potencias utilizan todos los recursos a su alcance, desde la diplomacia hasta la creación y manipulación de grupos pacíficos o armados. No se trata de ceder a las viejas tesis conspiratorias en las relaciones internacionales, pero, sin duda, la diplomacia, los servicios secretos, las empresas fantasma, las operaciones camufladas, los hombres de paja, existen y trabajan. Recuérdese, por otra parte, la activa presencia de algunas fundaciones ligadas al capitalismo occidental, como la del especulador George Soros y algunas instituciones norteamericanas, que financian activamente grupos políticos en Rusia y en su periferia. La propia Condoleezza Rice ha admitido el apoyo estadounidense a la oposición bielorrusa a Lukashenko, asistiendo a un reciente cónclave en Vilna, la capital lituana, donde ¡reafirmó su apoyo a la vía de la revolución naranja en Bielorrusia!, en una grosera intromisión diplomática. Por otra parte, todas las cancillerías saben que, tanto en Ucrania como en Georgia o Kirguizistán, la oposición ha sido financiada por Washington: algunos beneficiarios del dinero lo han reconocido después abiertamente, como Edil Baysolov, coordinador de varias ONG kirguizias que deben su existencia y sus recursos a las agencias norteamericanas como el USAID, o el NED (National Endowment for Democracy).
Ante la estrategia estadounidense de reactivar esos conflictos dormidos, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, opera con la perspectiva estratégica de que pueda llegarse a un acuerdo de cooperación entre Moscú y Washington en diez antiguas repúblicas soviéticas (es decir, en las cinco de Asia central, las tres del Cáucaso, y en Ucrania y Moldavia, porque Moscú se ha resignado a la pérdida de influencia en las tres repúblicas bálticas, y Bielorrusia sigue manteniendo sólidos lazos con Rusia, gracias al gobierno de Lukashenko). Esa cooperación que plantea Lavrov implicaría un reparto entre ambos países de áreas de influencia compartida, con el objetivo del desarrollo económico y de la consolidación de la democracia, al menos sobre el papel. Pero pese a esa voluntad declarada para tranquilidad de Washington, Lavrov, y, tras él, Putin, olvidan imprudentemente que la geografía política de toda la periferia rusa está salpicada de regímenes autoritarios y dictatoriales, cuyos gobernantes tienen intereses propios y fuerzan a Washington y Moscú, en la medida de sus posibilidades, a seguir bailando con lobos en un complejo tablero estratégico. Consciente de la actual debilidad de Rusia, la propuesta de Lavrov tiene como objetivo real el reparto de los dividendos económicos que comportaría la explotación de los recursos y de las materias primas de la zona. Sin embargo, Lavrov y Putin, que acarician la posibilidad de esa entente, descuidan el mayor peligro que acecha a Moscú: Estados Unidos todavía no ha renunciado, tras la desaparición de la URSS, a impulsar la fragmentación en varios Estados de la propia Rusia; es decir, forzar la desaparición del país, como abonaron la fragmentación y liquidación de la URSS, y juega sus bazas para consolidar el cantonalismo del antiguo territorio soviético: en abril de 2005, la OTAN iniciaba los programas para incorporar a Ucrania a la organización, con la vista puesta en 2008.
Ese riesgo de desaparición de la propia Rusia es denunciado con frecuencia por el Partido Comunista ruso en las tribunas de la Duma y es una de las preocupaciones de los centros de elaboración y pensamiento rusos, donde Estados Unidos todavía cuenta con influencia. El horizonte ideal para Rusia, y tal vez para el propio Putin, sería la recomposición del espacio soviético disminuido, sobre bases capitalistas, pero sabe que Washington utilizará todos sus medios para impedirlo. No hay que olvidar que la población rusa, como la de la mayoría de las antiguas repúblicas soviéticas, sigue acariciando la posibilidad de una reunificación. Por eso, temeroso de su escasa fortaleza actual, el gobierno Putin intenta llegar a acuerdos en toda la periferia rusa, tanto con Estados Unidos como con la Unión Europea. Para ello, pretende crear objetivos comunes sobre la estabilidad de la zona y la cooperación económica: Moscú admite que tanto Washington como Bruselas tienen también intereses en todas esas zonas, sobre todo en el acceso al petróleo y al gas, y, en menor medida, en la desarticulación de las "redes terroristas" y el control del tráfico de drogas. Es el precio que Rusia paga por la desaparición de la URSS.
Los conflictos de Abjasia y Osetia, y de Moldavia, cuentan con contingentes de tropas de la CEI (Confederación de Estados Independientes), formados principalmente por soldados rusos, que actúan como fuerzas de interposición, y, aunque la paralización de los combates en esos territorios ha abierto expectativas de solución, su potencial desestabilizador es todavía muy grande. Moscú tiene evidentes intereses en la zona, a lo que debe añadirse su lógica preocupación por los grandes núcleos de ciudadanos soviéticos, rusos étnicos, que siguen viviendo en todos esos lugares, y que, en el conjunto de las antiguas repúblicas soviéticas, alcanzan la cifra de veinticinco millones de personas: la Duma, que tiene una comisión parlamentaria dedicada a asuntos de la CEI, manifiesta periódicamente su inquietud por la situación de los rusos en el "extranjero cercano", y Putin no puede cerrar los ojos a esa realidad, máxime cuando la situación de las minorías rusas en los países bálticos oscila entre la marginación y la sospecha, aunque la Unión Europea siga cerrando los ojos a la evidencia de la segregación.
Lo mismo ocurre en Nagorni-Karabaj, la región disputada por Armenia y Azerbaiján, en el Cáucaso, donde Rusia, Estados Unidos y Francia dirigen un núcleo diplomático (el grupo de Minsk) para encontrar una solución. Desde Moscú, los partidarios de una entente con Washington esgrimen la existencia de ese grupo de Minsk como la prueba de que la cooperación, mutuamente ventajosa, entre Estados Unidos y Rusia es posible, y apuestan también por la intervención de la Unión Europea, en la convicción de que sería mucho más fácil llegar a una solución permanente conjugando los esfuerzos de Moscú, Washington y Bruselas; pero otros analistas avisan del peligro de que los norteamericanos hayan conseguido, gracias a sus lazos con Azerbaiján, instalarse como mediadores en la zona. En otras repúblicas, como Moldavia y Georgia, los sectores más nacionalistas y liberales de esos países rechazan una mediación rusa en los conflictos, al tiempo que reclaman la presencia estadounidense. Washington se debate, así, entre la evidencia de que cualquier arreglo, sin Rusia, sería muy endeble, y la codicia de sus círculos más aventureros, ligados a los llamados neoconservadores, que postulan aprovechar la oportunidad para hacer retroceder a Moscú en todos los terrenos y ocupar, después, el vacío político.
La conciencia de la debilidad estratégica de Moscú ha llevado a Putin a defender que las diversas instancias diplomáticas existentes, semejantes al grupo de Minsk, en los conflictos dormidos, sean las encargadas de encontrar soluciones políticas y diplomáticas. Así sería en el caso de Moldavia, donde existe un grupo compuesto por Rusia, Ucrania y la OSCE, o en el de Abjasia, donde el protagonismo recae en la ONU. De hecho, Moscú, que acepta la presencia e implicación norteamericana en los enfrentamientos actuales en el territorio de la CEI, teme que, si esos grupos diplomáticos se vuelven irrelevantes, Estados Unidos puede optar por políticas más agresivas en la zona. Las recientes declaraciones de buena voluntad de Lavrov, dirigidas a Washington, ("Para Rusia, todas las ex repúblicas de la URSS son socios iguales en derechos, y no tenemos ninguna intención de dictarles las formas de solucionar sus problemas internos"), iban unidas a una queja y un aviso: el ministro de Exteriores ruso mostraba su contrariedad proclamando que "son inadmisibles los intentos de imponer desde fuera las normas de orden social en el espacio postsoviético": sólo Estados Unidos está en condiciones de hacerlo.
Las recientes elecciones en Azerbaiján, que se celebraron entre rumores de cancillerías sobre el estallido de una nueva "revolución naranja", se cerraron sin excesivas protestas, a diferencia de lo que había ocurrido en Tbilisi o Kiev. Es un pequeño país en el que confluyen intereses de Moscú y Washington, pero también de Teherán. En Moscú, los expertos rusos han considerado que la ausencia de protestas es debida, más que a la voluntad de Washington, a la debilidad de la oposición: Estados Unidos no ha podido todavía organizar una plataforma opositora que aglutine a los partidarios de un cambio de régimen. Y ello, al mismo tiempo que Washington sigue manteniendo excelentes relaciones con el feroz régimen de Iljam Aliev, cuyo partido, Yeni Azerbaiján, impuso su victoria electoral en un escenario escasamente democrático.
En el Cáucaso, el interés estratégico norteamericano, que no renuncia a seguir enarbolando la bandera de la democracia que tan excelentes resultados le ha dado en el pasado, radica en la salvaguarda de sus intereses petrolíferos y en el oleoducto que une Bakú, Tbilisi y Ceyhan, junto con la mera celebración de las elecciones en Azerbaiján y Georgia, hechos que hacen posible la proyección hacia el mundo de la idea de que, en los países que reciben la influencia norteamericana, la democracia se abre paso. Por eso, en Azerbaiján, Bush espera una coyuntura más favorable para impulsar un cambio, porque Washington no confía plenamente en el actual gobierno, pese a las facilidades de todo tipo que ha conseguido en los últimos años. De hecho, la pretensión norteamericana de ampliar su despliegue militar en la zona con la creación de bases en Azerbaiján choca con la tozuda realidad estratégica: Aliev no ignora que la apertura de bases militares norteamericanas le crearía serios problemas con Moscú y con Teherán. Además, ambas potencias saben que Iljam Aliev puede cambiar de alianzas, como ha ocurrido con Islam Karimov en Uzbekistán, y, por añadidura, los nuevos pasos del gobierno de Kirguizistán fuerzan a la diplomacia norteamericana a ser prudente. Todo ello, sin olvidar las tentaciones islamistas que, aunque no es el caso de Aliev, podrían ser utilizadas por algunos políticos de la periferia rusa como moneda de cambio para asegurar su poder. Por su parte, Turquía, que participa en el oleoducto Bakú-Ceyhan, ya en funcionamiento, sigue con atención la crisis: su histórica enemistad con Armenia y la rivalidad con Teherán para hacerse con ventajas en la zona, hacen que no sea descartable una implicación turca más activa. Por su parte, Armenia, una pequeña república de raíces cristianas, en medio de un mar hostil de países musulmanes, mantiene sus lazos con Moscú. Al mismo tiempo, Estados Unidos pretende ligar a Kazajastán y a su presidente Nazarbáyev a la utilización de ese oleoducto: el puerto turco de Ceyhan sería así la vía de salida de buena parte del petróleo kazajo que bascularía hacia las refinerías occidentales, y sería un revés para Moscú y, también, para Pekín. Por eso, el mantenimiento del foco de tensión checheno es muy útil para la estrategia norteamericana, que ve con malos ojos los intentos rusos de canalizar el petróleo a través de su territorio, hacia Supsa, Tuapse y Novorssiisk, puertos del mar Negro.
Esas son las cartas que se están jugando. La reciente firma de la alianza entre Rusia y Uzbekistán y el análisis conjunto hecho por los dos países de la situación en Asia central, junto con el impulso de las relaciones económicas entre ambos, que puede suponer el rápido ingreso de Uzbekistán en la CEEA, la Comunidad Económica Euroasiática, ha sido acompañada de propuestas por parte de Moscú para desarrollar la cooperación militar entre los dos países. Sobre el papel, para reforzar la seguridad de Asia central, pero, en realidad, para limitar la influencia norteamericana en la zona. El diseño de la diplomacia rusa cuenta con la posibilidad de que la Organización de Cooperación de Asia Central, OCAC, se integre en la CEEA. El mapa estratégico se completa con China, cuya influencia en la Organización para la Cooperación de Shanghai (OCS, que integra a China, Rusia y las otras cuatro repúblicas soviéticas de Asia central, y que ha conseguido integrar con el estatuto de observadores a India, Irán y Pakistán) ha llevado a ésta a exigir plazos concretos para que Estados Unidos retire sus tropas de Asia central. El hecho de que la OCS exigiese a Estados Unidos el pasado verano un calendario para la retirada de las tropas estadounidenses de Kirzguizistán y de Uzbekistán, estaba en el origen de la gira de Condoleezza Rice.
Otras cuestiones completan el complejo panorama de la periferia soviética. El foco de crisis iraní, centrado en las ambiciones de Teherán sobre su industria nuclear, es otro elemento a no perder de vista, máxime desde la llegada al poder de Mahmud Ahmadineyad. Moscú defiende el derecho de Irán al enriquecimiento de uranio, pero cree que, en este momento concreto de tensión entre Washington y el gobierno teocrático de los mulás, sería conveniente que Irán renunciase a ello. La diplomacia rusa mantiene que Irán no precisa combustible para la central de Busher, y se ha ofrecido para enviar material y recoger el combustible utilizado. Por otra parte, Moscú, que defiende el derecho de Irán al desarrollo pacífico de la energía nuclear, insiste en que, hasta ahora, Washington no ha ofrecido pruebas sobre la pretendida voluntad del gobierno iraní de hacerse con armas nucleares. Pero la crisis sigue abierta.
Más allá, en Afganistán, convertido en un estado-cliente de Washington, los intereses rusos y norteamericanos son coincidentes, por ejemplo, en la lucha contra el contrabando de drogas. Moscú ha hecho propuestas para crear una especie de cinturones de seguridad alrededor del país para evitar la circulación masiva de narcóticos. No en vano, el setenta por ciento de los derivados de opio que lubrican los canales de la droga en todo el mundo, son de procedencia afgana, y, según la ONU, en 2004, la producción ha aumentado notablemente con relación al año anterior: algunas fuentes de la organización internacional creen que en Afganistán se dedican casi ciento cincuenta mil hectáreas al cultivo de adormidera. Pero las dificultades para conseguir resultados son enormes, empezando por el poder de los señores de la guerra que dominan amplios territorios y que, aunque fueron financiados y armados por Estados Unidos, suponen ahora un obstáculo para la consolidación del poder central del aliado preferente de Bush, el dictador Karzai.
Termino. No hay duda de que, hoy, los intereses estratégicos rusos son más limitados que los de la Unión Soviética, que contaba con un diseño y una política planetaria, algo que está fuera del alcance de la actual diplomacia rusa, y que, por si a Rusia le faltasen problemas, las complicaciones militares globales ensombrecen su situación. Moscú sabe que todo su territorio está controlado de forma permanente por doce satélites espías norteamericanos, al tiempo que Rusia sólo tiene uno. Uno de los responsables de las tropas espaciales rusas, Oleg Gromov, afirmaba en el Parlamento ruso que Washington está en condiciones de controlar todo el planeta, mientras que Moscú apenas puede cubrir, desde el espacio, una tercera parte del mundo. Rusia, además, necesita con urgencia la renovación de sus equipos. Anatoli Perminov, director de la agencia espacial, recordaba que, mientras el presupuesto de la industria espacial rusa es de apenas 800 millones de dólares, el norteamericano supera los 16.400 millones.
La dura y soterrada lucha por la influencia en las antiguas repúblicas soviéticas no ha terminado todavía. Mientras Rusia procura reparar los desastres estratégicos de la etapa de Yeltsin, Estados Unidos corteja y amenaza, cierra los ojos ante los atropellos de los nuevos dictadores y prepara sus cartas, alentando y financiando a sus peones en la zona: sabe que hay mucho en juego, y que, en la lucha por la hegemonía en el siglo XXI, una de las cuestiones claves será el acceso a las fuentes de energía del mar Caspio, del Cáucaso y de Asia central. Por eso, Putin y Bush, Moscú y Washington, siguen bailando con lobos.
(*) Publicado originalmente en la revista El Viejo Topo. España, enero del 2006.
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Movimientos antiglobalización
Carlos Taibo*
Centro de Colaboraciones Solidarias
La Fogata
Las sesiones del Foro Social Mundial son un buen momento para realizar un balance de los movimientos antiglobalización, y para hacerlo hay que saber que el vigor principal de esas redes recae en aquellas que han acabado por madurar en los países pobres.
Una percepción muy extendida sugiere que nuestros movimientos padecen un estancamiento preocupante, y también la de atribuirlo todo a los movimientos y de dibujar insorteables fronteras entre éstos y la izquierda tradicional. Los movimientos antiglobalización despiertan un impulso libertario que atrae hacia ellos a gentes que se sienten incómodas en las estructuras -partidos, sindicatos, ONG- de siempre, sería un grave error concluir que no hay puentes de comunicación entre las dos orillas. Al fin y al cabo, en muchos lugares los movimientos han nacido en el germen aportado por las ONG, sus vínculos con el sindicalismo alternativo y con lo que hasta ahora han sido el feminismo, el pacifismo y el ecologismo. La crítica que las redes han formulado tantas veces contra partidos, sindicatos y ONG no es óbice para que unas y otros se alimenten mutuamente.
Las manifestaciones contra la agresión estadounidense en Iraq configuraron un irrepetible momento de gloria para los movimientos antiglobalización, así que no sería justo comparar lo que ahora tenemos con lo que sucedió aquellos días. La comparación adecuada lo es con lo que existía. Y el resultado parece razonablemente halagüeño al amparo de la consolidación de redes activas que son conscientes de que su trabajo es a largo plazo.
Esas redes han servido de aglutinante de iniciativas diversas, hasta el punto de que han "estimulado" el reencuentro de gentes que habían seguido caminos distintos. Aunque estos movimientos han abrazado una estrategia de borrón y cuenta nueva, disfrutan de fluidos mecanismos de relación, por ejemplo, con los segmentos más lúcidos del movimiento obrero de siempre, con los que han coincidido en unas y otras batallas.
La idea de que detrás de esos movimientos no hay sino jóvenes de vida cómoda que dan rienda suelta a su mala conciencia es una interesada distorsión ya que han sido estas redes las que han hecho frente al endurecimiento planetario en las condiciones del trabajo asalariado. Pero a las innegables virtudes aglutinantes de los movimientos hay que sumar contrapartidas, como las divisiones internas que han reproducido muchas de las viejas reyertas.
Tampoco han faltado los activos en materia de sensibilización y de consolidación de discursos críticos. Aunque los movimientos no son los únicos responsables, sus imaginativas estrategias de comunicación algo tienen que ver con los valores que subrayan la deuda de Occidente con los países pobres.
Agrias discusiones han levantado los foros y las contracumbres que los movimientos han ido perfilando. El éxito mediático de unos y otras -Porto Alegre ha suscitado más simpatías que Davos en la mayoría de los medios- no está exento de contrapartidas. La principal es el riesgo de que foros y contracumbres acaben por sustituir a los propios movimientos en un magma general de turismo solidario que prima los grandes cónclaves en detrimento del trabajo de cada día. Ante un elogio desmesurado de la manifestación que cerró la contracumbre barcelonesa de marzo de 2002, un activista planteó la cuestión: "Lo que me gustaría saber es dónde están estas cuatrocientas mil personas los 364 días restantes del año". Y es que el futuro de los movimientos no se dirime en Porto Alegre, en Bamako, en Caracas o en Karachi, sino en el día a día del trabajo, poco vistoso, desplegado en barrios y pueblos.
Es difícil evaluar la relación entre movimientos y la cuestión nacional. A ojos de muchos, una de las dimensiones más arrasadoras de la globalización es la de ser una apisonadora de culturas. Esto provoca un acercamiento entre los movimientos nacionalistas resistentes y las redes antiglobalización, aunque no parece que esos vínculos hayan ganado peso.
Al calor de las redes se ha verificado la movilización de muchos jóvenes, un fenómeno impensable hace sólo media docena de años. La impronta que esos jóvenes han conferido a muchas iniciativas revela una enorme energía pero arrastra una dramática falta de continuidad. Lo suyo es preguntarse qué nos han deparado, a quienes ya no somos jóvenes, nuestras organizaciones, tan bien estructuradas y tan constantes en sus desempeños.
* Profesor de Ciencia Política
Universidad Autónoma de Madrid
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Pastrana-Uribe y sus tres poderes
Manuel Marulanda Vélez
Carta enviada por el líder histórico de las FARC de Colombia al candidato presidencial Alvaro Leyva
Ningún gobierno liberal o conservador del bipartidismo ha buscado solución política efectiva al conflicto social y armado. Las negociaciones se han utilizado para que nada cambie y todo siga igual, y han girado alrededor de la entrega de armas, desmovilización e incorporación a la vida civil sin garantías de ninguna naturaleza.
Es conveniente examinar el futuro y el pasado con sus respectivos antecedentes que vivimos en Colombia para que de forma desprevenida se puedan ver las causas y motivos que originaron el cambio de una política de paz por una de guerra total por el actual gobierno y personalidades que hasta ahora no han logrado entender los tropiezos del proceso de Diálogos y Negociación con Pastrana a pesar de ser en su mayoría intelectuales afiliados a todos los matices versados en diferentes materias de la problemática nacional y sin previo análisis de estos, asesorados de politólogos, partidos, intelectuales, gremios, iglesia, etc. Con el fin de conocer la verdad de los acontecimientos y no caer en la trampa de la guerra como ocurrió pensando más en los deseos que en las realidades del país.
Naturalmente sin terciar a favor de ninguna de ambas partes el Estado y la Insurgencia. Esto para ser realistas y efectivos en el examen de los fenómenos políticos, económicos, sociales y las causas que originaron la confrontación armada en Colombia para buscar la solución política como corresponde y no con formulas irreales, responsabilizándonos de forma mal intencionada pues nuestros actos son de respuesta contra la violencia del estado ligado al paramilitarismo que masacra indiscriminadamente al pueblo por no comulgar con la política de hambre y miseria y la falta de voluntad oficial para encontrar caminos de paz con el concurso de todos los estamentos de la sociedad sin exclusión para poder reconciliar la familia colombiana.
Si usted no tuviera el conocimiento de todos los esfuerzos hechos para ayudar a conseguir la paz y de nuestra parte con planteamientos políticos y programáticos estaría pensando como lo que estoy señalando aquí en este comentario. Afortunadamente para bien de los colombianos usted maneja una concepción realista de cómo producir cambios en aras de la paz y la reconciliación de la familia colombiana.
En nuestro caso para ser realistas el enfoque que manejamos es de dos concepciones sobre dos estrategias diferentes con un mismo objetivo, la paz dirigida por Pastrana y la guerra dirigida por Uribe, con la finalidad de experimentar en Colombia ambas modalidades a ver qué efectos generaban en la insurgencia de las FARC a diferencia de otros procesos anteriores con la insurgencia del M-19, EPL, Renovación Socialista del ELN, Quintín Lame y PRT, en cabeza de los partidos tradicionales con el visto bueno de industriales, ganaderos, transportadores, comerciantes quienes financian las campañas de pacificación o de guerra cuando la consideran necesaria o ven amenazados sus intereses y privilegios de clase.
La bandera de la paz promovida mediante una agitada campaña electoral por el Presidente Pastrana y sus asesores expertos en materias constitucionales fue un hecho político de gran importancia para el país, más no en el manejo de la política de Dialogo y Negociación con la Insurgencia para buscar la paz con encuentros planeados y ejecutados por el propio Presidente en busca de posible negociación con las FARC por más de tres años y medio. Los resultados no fueron satisfactorios para el Gobierno, sus ministros y colaboradores de ambos partidos y mucho menos para el Movimientos Guerrillero y el pueblo que deseaba la paz con justicia social para los trabajadores de la ciudad y del campo.
En lo político, social, reivindicativo, paramilitares, Intercambio humanitario, subsidio a desempleados; dinero para obras de beneficio social en los 5 municipios como era el deseo de las FARC, así como el cese de hostilidades, de fuego bilateral no fructificaron por las continuas masacres cometidas por los paramilitares en complicidad con una parte de las Fuerzas Armadas en varios departamentos, tal como fueron denunciados por los negociadores de las FARC en La Mesa.
El bloqueo económico a los cuatro municipios: Vista Hermosa, Macarena, Mesetas y la Uribe fue denunciado en varias oportunidades sin resultados favorables para sus habitantes, elementos indispensable para dar otros pasas de importancia en la vida política, económica, social, cultural y sustitución de cultivos ilícitos a través de un plan piloto en Cartagena del Chaira para lo cual no estaba preparado el gobierno y sus representantes. Teniendo en cuenta que a primera vista nos querían utilizar como policías sin sueldo en la lucha contra los cultivos ilícitos y el narcotráfico.
Los cambios políticos y económicos planteados en la Agenda Común para su estudio y análisis en las deliberaciones de La Mesa, por los representantes de ambas partes no fue posible lograr el objetivo deseado porque el Jefe y sus negociadores estaban en otra onda pensando en la desmovilización de las FARC, de igual manera sucedió con las recomendaciones de las Audiencias Públicas, tampoco fueron tenidas en cuenta por el gobierno y sus ministros para dar solución a corto y largo plazo, donde los colombianos de buena fe fijaban sus esperanzas en terminar con el conflicto interno, con solución a sus carencias más sobresalientes con los dineros del Plan Colombia.
El experimento de paz verbal y por escrito desde Estados Unidos y la Casa de Nariño para ser ejecutado primero por Víctor G Ricardo y más tarde en cabeza de Camilo Gómez, no cumplió su objetivo con base en acuerdos pactados con el Gobierno, por que no permitió cambios fundamentales en las viejas estructuras del Estado y su Régimen Político y terminó en proceso de diálogo y negociación convertido en fracaso para la política de paz del gobierno, con la exclusiva finalidad de lograr la desmovilización de la Insurgencia a cambio de nada. Con el famoso argumento de que la Constitución y las leyes no le permitían al gobierno ningún cambio, mientras la Insurgencia no se desmovilizara y entregara las armas. Mucho menos el Intercambio Humanitario en este gobierno.
Quedando suspendidos los diálogos y abiertas las puertas a la confrontación por la declaratoria de guerra del presidente Pastrana el día 20 de febrero de 2002 a las 21:00 horas, notificando de inmediato a los Altos Mandos Militares dar comienzo al ataque a las 12 de la noche, violando así el acuerdo Pastrana - FARC de 48 horas de plazo, para levantar de obra en caso de cualquier tropiezo irremediable en las negociaciones.
La Agenda Común fue discutida en agotadoras jornadas de trabajo en los Llanos del Yarí, los Pozos y otros sitios, la cual debe servir de experiencia al futuro gobernante; el por qué no se lograron los acuerdos con las FARC y prefirieron terminar el proceso y se quedaron las promesas de cambio en los escritorios oficiales. Nada de carreteras pavimentadas, puentes, puestos de salud, electrificación, alcantarillado, posos de agua potable etcétera para los 5 municipios, todo fue incumplido por el Presidente Pastrana y su equipo gobernante. Si estas pequeñas reivindicaciones no fueron atendidas mucho menos podíamos esperar transformaciones de gran importancia para el país.
Mientras esto ocurría en La Mesa, el Gobierno a través del Plan Colombia apoyado por los directivos de los partidos, gremios, Altos Mandos Militares, Policía Nacional, el paramilitarismo, creaban condiciones para fortalecer el aparato de guerra del Estado y todas sus Instituciones con la ayuda de los Estados Unidos para someternos por la fuerza la Insurgencia que no aceptara la desmovilización y la incorporación a la vida civil. Advertencia hecha por el presidente en Caquetania en una segunda entrevista con las FARC sin contra prestación, argumentando que él, como gobierno elegido por 6 millones de colombianos tenía la obligación de resolver todos los problemas políticos, económicos y sociales del país y sin presión de la Insurgencia; para nosotros la señal fue clara, de la pretensión del gobierno de no producir cambios en las Instituciones como lo señalaba la Agenda Común y la plataforma de 10 puntos.
Porque esto abría puertas a nuevas corrientes independientes y progresistas, al contrario del pensado oficial, el gobierno estaba interesado en crear mecanismos para fortalecer los partidos tradicionales antes que dejarlos desmoronar como viene ocurriendo en la actualidad y así evitar cambios.
En los encuentros con los partidos, gremios y parlamentarios en Caquetania y Los Pozos, nunca manifestaron el deseo de producir cambios mediante proyectos de ley tendientes a mejorar el medio ambiente político, social y económico, solo se inclinaban a arrancar de la Insurgencia compromisos públicos como gestos de buena voluntad suspendiendo las acciones militares mientras los paramilitares con sus motosierras hacía su agosto con la población civil. Elemento lesivo a nuestros propósitos de paz y cambios con justicia social.
Las FARC en sus cuarenta años de vida y recorrido histórico hasta donde se tiene conocimiento ningún gobierno liberal o conservador del bipartidismo, han buscado solución política efectiva al conflicto social y armado con otros movimientos anteriores. Todo el esquema político de los gobernantes para negociaciones ha utilizado la Constitución y las leyes como barrera sin que nada cambie para que todo siga igual y han girado alrededor de la entrega de armas, desmovilización e incorporación a la vida civil sin garantías de ninguna naturaleza y resuelto esto, ahí si a rebuscarse cada uno el sustento como puedan; no quedándole a los desmovilizados sino el camino de engrosar las filas de los desocupados en ciudades y campos, dispuestos a aguantar hambre y a soportar miseria. Estos señalamientos son parte del análisis sobre la política de paz que no fructificó para bien de todos los colombianos porque faltó voluntad política e interés de invertir dinero en la paz.
Agregando los buenos oficios prestados por Naciones Unidas, Francia, Suiza, España, México, Cuba, Canadá, etc., quienes a la hora de la verdad no tuvieron la fuerza suficiente para impedir el rompimiento de los diálogos y la negociación entre el Gobierno y las FARC.
Ahora viene un nuevo experimento del Estado apoyado por todos los resentidos de diferentes matices contra la política de paz de Pastrana porque no lograron el objetivo de desmovilizar las FARC y se abre el nuevo capítulo de guerra total contra el pueblo que lucha por mejores condiciones de vida no desde ahora sino siempre de acuerdo al pasado en la historia de Colombia. Convencido el gobierno, los resentidos y guerreristas de oficina que era la única forma de acabar con la guerrilla y solucionar no solo el conflicto social y armado sino toda la problemática nacional de orden político, económico, social, cultural y ambiental mediante la contribución del Parlamento con la aprobación de las Reformas y leyes anti democráticas que le permitieran gobernar a Uribe sin dificultados por 4 años, con aspiraciones a gobernar otros 4 años utilizando todos los recursos del Estado en sobornar e instalar en departamentos y municipios sus agentes incondicionales como paramilitares red de cooperantes, al servicio de la campaña electoral, para darle continuidad a la guerra que no existe, según sus palabras en distintos foros nacionales e internacionales.
Ahora debemos preguntarle a los tres poderes y gobernantes a dónde quedó la independencia en sus decisiones políticas para aplicar cambios en contravía de sus electores y qué nuevo experimento van a utilizar cuando Uribe termine este cuatrienio y si sale para otro y la confrontación continúe a escala nacional con las FARC y con el apoyo de otras corrientes políticas descontentas y amigas de las transformaciones. Lo que debe quedar claro con ambos experimentos es el rotundo fracaso del estado en su política de guerra y de sometimiento sin producir cambios en las viejas estructuras del Estado en bien de las nuevas generaciones.
En el entendido que un próximo Gobierno diferente de amplia coalición que recoja el sentir del pueblo para satisfacer las necesidades no puede olvidar estos fenómenos que han motivado la confrontación y tiene que buscar alternativas diferentes a la guerra con la Insurgencia y darle una salida política y democrática al conflicto social y armado, porque el ganador tiene que analizar a fondo la necesidad de producir cambios democráticos y conseguir la paz teniendo en cuenta los giros que se vienen dando en la política internacional, después de la caída de las dictaduras militares y civiles, propiciadas por los Estados Unidos para impedir a los pueblos los cambios mediante protestas, acciones armadas y movilizaciones generales de masas que afecten los intereses de clase a los gobernantes.
Vistos estos elementos y analizados los antecedentes para dar comienzo estos tres años al operativo "Plan Patriota", podemos mostrar aquí con claridad los resultados de la gestión Pastrana, para lo cual utilizó gran parte de los dineros del " Plan Colombia" y el presupuesto nacional invertido en preparativos de guerra:
1. El fortalecimiento del ejército en todas las armas de gran escala durante el Gobierno como política de Estado y estrategia contrainsurgente en sus operativos de aniquilamiento contra toda tendencia de oposición civil en aplicación del "Plan Colombia".
2. Creó Fuerzas Especiales y equipó con armamento moderno de todo género a nuevas brigadas móviles de alta montaña y de contraguerrilla urbana.
3. Aumentó los asesores norteamericanos de 500 a 1500. Una parte considerable fueron instalados en Tres Esquinas y Montañitas en Caquetá para dirigir el Plan Patriota, monitorear comunicaciones, ejercer espionaje aéreo, control de naves de guerra, dirigir globos, espías, sobornar la población civil, en contra las organizaciones sociales, populares y La Insurgencia.
4. Incremento de los servicios secretos del Estado a nivel nacional de acuerdo al "Plan Colombia" fortaleció las instituciones gubernamentales incluida la policía nacional con el apoyo de sapos.
5. Comenzando por el Sumapaz dejándole al Presidente Uribe todo listo para darle continuidad al sometimiento de la real oposición política y armada como en efecto viene ocurriendo con sus operativos en todo el país con las consecuencias conocidas.
6. El operativo desarrollado por Uribe contra todos los bloques de las FARC y las organizaciones populares de masas, su esencia fundamental es y será exterminar físicamente a la dirigencia más sobresaliente de las organizaciones y de paso a todo el movimiento de masas descontento con la actual política del Gobierno.
7. Con los tres poderes atados a la política uribista y cómplices con la militarización total del país más no con una solución política al conflicto social y armado.
8. Podemos afirmar que un 45 por ciento de las organizaciones de masas han sido golpeadas físicamente, desplazadas de sus tierras, encarceladas y sindicadas por sospecha, con muchos muertos de por medio en las áreas de los bloques por la acción del paramilitarismo, el ejército, la policía y los servicios secretos del Estado, durante los operativos sin que estos hechos hayan trascendido a la opinión pública por la censura de la radio y la prensa.
9. Mientras ello ocurre por lo antes señalado los partes oficiales afirman tener al borde de la derrota a La Insurgencia. Pero el Gobierno de Uribe sigue pidiendo más dinero a los Estados Unidos para invertir en la guerra.
10. Lo que no dicen los medios de comunicación son los motivos por los cuales el presidente Uribe ha tenido que suspender de funciones a varios generales de las Fuerzas Armadas integrantes del Plan Patriota, unos por ineficaces y otros por disentir de la estrategia militar y descentración de las Fuerzas Armadas para crear Comandos Conjuntos.
11. Dejando al Mando Superior como simples administradores, pagando así a quienes por más de 30 años han prestado sus servicios al sistema gobernante bipartidista de liberales y conservadores para impedir los cambios estructurales del Estado.
12. Una economía en función de la guerra, altos impuestos a la gasolina al contribuyente, la indiferencia en la inversión social, recorte a las pensiones, etc.
13. Son parte del ingrediente de guerra sobre la economía nacional en detrimento de la sociedad colombiana más necesitada y en beneficio del gran capital nacional y extranjero apoyados en un ejército improductivo, violento contra el pueblo pensando que el hombre y las ideas se pueden acabar con bombas y balas de todo calibre, matando uno o dos miembros del secretariado y no con cambios progresistas y democráticos que beneficien millones de colombianos desamparados por el Estado.
14. No como sueña el actual equipo de gobernantes. Sin tener en cuenta que las nuevas generaciones de colombianos y los mandos farianos numerosos pertrechados de conocimiento sobre táctica, estrategia y teoría militar para su normal desempeño en la lucha contra el Estado con el aporte de las masas.
15. Una justicia parcial que autoriza la extradición de nacionales incluidos guerrilleros e incapaz de aplicar las leyes colombianas.
16. Complacientes con el paramilitarismo y la entrega de la soberanía nacional a los Estados Unidos, a cambio de préstamos en dólares para fortalecer las Instituciones e impedir el desarrollo de nuevas fuerzas políticas independientes surgidas de movimientos cívicos y los partidos tradicionales, en lucha contra el estado de violencia, corrupción, desigualdades sociales, sin solución a la vista, con estos gobernantes los cuales requieren ser cambiados en un próximo gobierno y por el pueblo.
17. Ausencia de una política de paz de Estado con la insurgencia acorde con la realidad nacional buscando más bien la reelección de Uribe.
18. Estos son elementos a tener en cuenta en nuestros planteamientos reseñados en La Plataforma política hacia la búsqueda de la unidad de acción con otras fuerzas progresistas e independientes interesadas en producir cambios políticos, económicos, sociales y en defensa de la soberanía nacional.
19. Estos hechos profundizan la crisis contra el Gobierno buscando impedir a otras fuerzas unificar criterios y esfuerzos contra el fascista de Uribe desde diferentes posiciones.
20. Un parlamento es su mayoría uribista, sobornable y cambiantes como el camaleón, sin norte, desgastado y basado en viejos esquemas antidemocráticos, sin proyectos de leyes progresistas o democráticas, no tienen independencia frente a la política del reeleccionismo de Uribe vía a la dictadura fascista y son complacientes con la intervención de estados Unidos contra los pueblos y en los asuntos internos de Colombia, como la extradición de nacionales sin que ninguno diga ni una sola palabra. Con la finalidad de garantizar compromisos bilaterales y de buena vecindad con los Estados Unidos y de paso complacer a Uribe.
21. Estos elementos son ingredientes bien calculados y procesados con tiempo para declarar la guerra al pueblo con el aval de los tres poderes como la aprobación de la reelección de Uribe por la Corte Constitucional.
22. Estas son reseñas que las nuevas generaciones de colombianos independientes de los partidos, progresistas, democráticos, indígenas, negros, intelectuales, campesinos, estudiantes, obreros y guerrilleros, no deben olvidar, si queremos vivir en paz con justicia social y soberanía. Tenemos que buscar puntos de coincidencias y programáticos entre unos y otros para unificar criterios y aunar esfuerzos con candidatos de convergencia que permitan producir cambios en los tres poderes y las Fuerzas Armadas para que disponga de una estrategia por la defensa de la nacional, en favor del pueblo y los trabajadores.
Sin más cordialmente,
Manuel M Vélez.
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