MIENTRAS LOS DIOSES DUERMEN
Hay mujeres y hombres sinceros que escuchan el silencio que existe entre cada latido de los corazones simples, los mundos que vibran invisibles como semillas, sin voces y sin c?maras. Silencio que habla en la plaza y el asfalto entre ?lamos y el aleteo de los abejorros. Silencio que habla de eslabones rancios, de calabozos crudos; silencio a tenues, decididas voces y miradas transparentes. Su acorde no es dulzura sino el dolor del mundo.
Cuando los vientos trajeron la lluvia, estas mujeres y hombres sinceros con su desnudez bailaron y se lavaron la mentira de que el oro es la dicha. Y tambi?n se lavaron sus ojos que no eran suyos, para nacer sus ojos, y con ellos su mirada.
Y cuando lavaron sus ojos de artificios vieron el febril dolor del mundo y se nacieron juntos el Silencio, su primer hijo, que el ruido enfermo de la ciudad callaba e ignoraba para seguir comprando y vendiendo ruido; y con ese m?s ruido vac?o, no ver el febril dolor del mundo.
Y las mujeres y hombres sinceros salieron de su miedo-coraza-ego-interesado en que el poder los hab?a tentado y encerrado con anzuelos de s?mbolos y necesidades de pl?stico, y nacieron ellos mismos, en el fuego armonioso del caos, y se prometieron as?, juntos, mientras reconoc?an la m?dula de s? mismos, y palpaban la piel del otro, derramarse l?quidos, como gotas de lluvia, para aliviar el febril y sangrante dolor del mundo.
Pero cuando su coraz?n se impacientaba por que el febril y sangrante dolor del mundo crec?a, y con ?l el dolor suyo de aliviarlo, acud?an nuevamente al ?lamo y su silencio, para hablarse y escucharse, en ronda, sin estrados, sin discursos, solo la palabra que el sue?o con sus pechos de mujer alimentaba tiernamente. Y entonces su dolor por el febril y sangrante dolor del mundo se ven?a en resistencia, y el calor de las ollas abrig? sus manos, su est?mago y su pensamiento.
Tampoco las mujeres y hombres sinceros se eran todos iguales, sino que ten?an diferentes pasos y diferentes formas de trabajo. Los hab?a de cart?n, de tierra, de pan, de arte, de l?piz y papel, de curar
en fin, de muchas formas de compartir su vida.
Y con su silencio nacieron su segundo hijo, Espiral, que era mujer. Por que ellos, cuando los vientos trajeron la lluvia y se lavaron la mentira de que el oro es la dicha, vieron con sus ojos que todas las romas se iban por el mismo camino, y que quienes caminaban con pergaminos rojos predicando la lucha, no solo no caminaban de quietud, sino que eran una roma m?s, que, como toda roma, iban por el mismo plato suculento y fantasma del poder, aplastando la palabra con andamios eternos e inamovibles.
Entonces, las mujeres y hombres sinceros, escuchando al Silencio de la palabra suya, su primer hijo, y con su hija Espiral, se caminaron; y mientras ve?an y se hablaban del camino hecho a su lado, crec?an naciendo y muriendo las ideas, abrazando la contradicci?n, derram?ndose l?quidos, como gotas de lluvia, para aliviar alegres y rebeldes su febril y sangrante dolor del mundo.
nico
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